Viernes, 29 de Noviembre 2024

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La frontera de Trump

Por: Alan Bersin, Nate Bruggeman y Ben Rohrbaugh

La frontera de Trump

La frontera de Trump

Donald Trump hizo que los temas de seguridad fronteriza y aplicación de la ley migratoria fueran la pieza central de su campaña y los objetivos principales de su presidencia. Sin embargo, ahora ha quedado claro, medido bajo el estándar que el mismo impuso, que es el peor presidente para la seguridad de la frontera estadounidense en los últimos treinta años.

La frontera Estados Unidos-México está actualmente saturada, con un número creciente de migrantes, en particular ciudadanos centroamericanos en búsqueda de asilo. La Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP, por sus siglas en inglés) informó que 66,450 personas fueron detenidas entre los puertos de entrada durante el mes de febrero; el total mensual más alto que se haya alcanzado en una década. Las proyecciones para marzo son todavía peores, con estimaciones que superan los 100 mil. Los expertos temen que los totales mensuales puedan exceder los 150 mil en los próximos meses. CBP está reasignando a los oficiales de los puertos de entrada, los cuales tienen una falta crítica de personal, para ayudar a la Patrulla Fronteriza en la contingencia. Ante esto, el Comisionado de CBP, Kevin McAleenan declaró que el sistema migratorio estadounidense en la frontera se encuentra en un “punto de quiebre”.

En respuesta, el presidente Trump declaró que, si México no detenía la oleada de solicitantes de asilo, cerraría la frontera estadounidense a los cruces legales. Aunque se retractó de esa amenaza, ahora ha señalado que si México no actúa a su satisfacción “EU se verá obligado a aplicar aranceles del 25% a todos los vehículos fabricados en México y enviados a la frontera”. No hay que olvidar que el Presidente ordenó el cese de la ayuda externa a Guatemala, Honduras y El Salvador, para aquellos que supuestamente son incapaces de detener a sus ciudadanos de que se vayan de sus países.

En el año fiscal 2017, el último año de la Administración Obama y el primero del presidente Trump, la Patrulla Fronteriza arrestó a 303 mil 916 migrantes. Este fue el nivel más bajo que se haya tenido en más de tres décadas. Las administraciones Clinton, Bush y Obama trabajaron arduamente para abordar el problema de la migración ilegal y, sumado a la mejora de las condiciones económicas en México, tuvieron mucho éxito. La reducción en la migración ilegal de ciudadanos mexicanos fue dramática: desde un nivel alto en el año 2000, bajó casi 90% para 2016.

Hoy, apenas dos años después, el Departamento de Seguridad Nacional (DHS, por sus siglas en inglés) estima que el número se ha triplicado -más de 900 mil migrantes- serán detenidos en nuestra frontera sur en el año 2019. ¿Cómo ha podido pasar esto, en particular bajo la supervisión de un presidente que está obsesionado con detener la migración ilegal?

Le respuesta es directa e inequívoca: es el propio presidente. La obsesión de Donald Trump con el “gran y hermoso muro” es directamente prejudicial para la seguridad fronteriza de Estados Unidos. Ha sido una profunda distracción y pérdida de tiempo para los tomadores de decisión y los titulares de las instituciones. Esto provocó un cierre inútil del Gobierno y ahora ha precipitado una innecesaria crisis constitucional. Simplemente no hay una emergencia de seguridad nacional en la frontera (aunque ahora existe una crisis humanitaria). Por ello, el Congreso estadounidense, actuando de manera bipartidista, rechazó la declaratoria de Trump.

Lo que EU enfrenta en la frontera son las consecuencias de un sistema de asilo completamente dañado. El sistema ha sido explotado por traficantes y algunas organizaciones de defensa de migrantes como “Pueblo sin Fronteras” para alentar a familias desesperadas de centroamericanos para que viajen hacia el norte a través de territorio mexicano, se rindan ante los oficiales estadunidenses en la frontera y pidan asilo político. Virtualmente, todas estas familias, con o sin derecho a protección, pueden ingresar legalmente a EU y permanecer ahí de manera indefinida, mientras esperan a la formal adjudicación de sus peticiones. El principal problema es nuestra inhabilidad para procesar esas peticiones de manera eficiente debido a que se tiene un retraso de cerca de un millón de casos ante las cortes de migración. Como lo señaló Bloomberg: “El año pasado se otorgaron menos de 15% de las solicitudes de asilo de El Salvador, Guatemala y Honduras. Sin embargo, 98.5% de los centroamericanos que fueron detenidos en el año 2017 por ingresar a EU de manera ilegal como unidades familiares, todavía siguen aquí”.

En otras palabras, el muro del presidente no está amarrado a la realidad operativa. Un muro no hará que los países de Centro América sean un mejor lugar para vivir. Un muro no impedirá que los solicitantes de asilo viajen hacia Estados Unidos y puedan reclamar el procedimiento de asilo.

El nivel sin precedentes de incompetencia por parte del Ejecutivo respecto a tener una política de seguridad fronteriza y supervisar su implementación, ha sido igual de prejudicial. La política persecutoria de “cero tolerancia” desperdició los escasos recursos del sistema de justicia y el penitenciario, además de que nunca pudo sostenerse en términos operativos. Los ataques del presidente Trump hacia México y Centro América, sumados la falta de una estrategia coherente para la región, han dificultado el difícil trabajo de atender los factores subyacentes de la migración ilegal. La política de separación de familias sigue siendo una mancha en la reputación de EE.UU. y ha socavado su autoridad moral. Los intentos de la Casa Blanca de proponer una legislación que atienda las brechas en el sistema de asilo han sido tan torpes y transparentemente crueles, que ni siquiera pudieron avanzar en un Congreso controlado por los republicanos.

El Presidente podrá querer implementar políticas de seguridad fronteriza severas, pero ha fallado en los aspectos básicos de gobernar. El resultado paradójico ha sido permitir el primer incremento sostenido de cruces ilegales registrado en décadas. La administración ha fallado en las tareas fundamentales de coordinar sus planes con las agencias relevantes y trabajar en los difíciles problemas de implementación. De esta manera, la Secretaria de DHS, para mantener su puesto, ha sido reducida a una “mujer que dice que sí” (en referencia al término “yes woman”), al acatar todos los pronunciamientos que hace el Presidente. Los profesionales que saben lo que se necesita para resolver el problema, no son consultados, sino que son relegados al papel de cumplir instrucciones.

El presidente Trump convirtió al problema de la migración ilegal en su marca personal. Es hora de reconocer que ha fallado miserablemente, además de que ha causado una crisis humanitaria y una crisis en el Gobierno; ambas inexcusables. 

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