La educación y los buenos modales no están reñidos: el uso comedido del lenguaje y la cortesía se dan, incluso en el tratamiento de los más difíciles temas, conflictos y desencuentros. Las formalidades existen desde épocas muy remotas. El Manual de Carreño y los protocolos diplomáticos son marcos que norman el comportamiento de personas, instituciones y países. Aunque la tendencia social parece dirigirse hacia la informalidad, a la secularización y desacralización de la vida -algunos pensamos que nos hemos ido vulgarizando-, hay quienes, por la representación que ostentan y por la solemnidad de algunos actos y espacios en los que se manifiestan, tienen que guardar recato y etiqueta: la liturgia y los ropajes talares de los ministros religiosos, el uniforme en el Ejército o el saco y la corbata en el Servicio Exterior, por citar algunos ejemplos. Existe un refrán del que, sin ser puntual, se puede hacer una aplicación extensiva, “pobres pero decentes”, decían los viejos. De igual manera, podría decirse “poderosos pero humildes”. Por más encumbradas que sean las personalidades públicas, funcionarios, empresarios, artistas, intelectuales, deportistas, etc., las formas no se pueden dejar de lado, “lo cortés no quita lo valiente”. En política, no podemos olvidar la vieja cita de don Jesús Reyes Heroles: “la forma es fondo”.El Servicio Exterior de nuestro país tiene una larga y ponderada tradición iniciada, en los años treinta del siglo pasado, por Don Genaro Estrada Félix, quien definió los términos de relación de México con el resto de los países (Doctrina Estrada). A la observancia de sus principios se debe que, de los tres Premios Nobeles ganados por mexicanos, el primero se otorgara a don Alfonso García Robles, Premio Nobel de la Paz 1982, autor del Tratado de Tlatelolco para la proscripción de las armas nucleares en América Latina y el Caribe.El Presidente, como Jefe de Estado, tiene el derecho de proponer al Senado el nombramiento de los representantes diplomáticos de México ante los organismos multinacionales y los países miembros de la comunidad internacional, sin embargo, existen una serie de prácticas previas que no se pueden obviar. Es de explorado conocimiento que antes de designar a un embajador, se consulta a la nación en la que ejercerá su representación para obtener su beneplácito.Lo anterior viene al caso por la desafortunada actuación del Presidente en el caso de la república hermana de Panamá, ocasionada por la intervención de su señora esposa, Beatriz Gutiérrez Müller, quien se niega a aparecer como funcionaria del Gobierno aun cuando su influencia es innegable en el ánimo de López Obrador. Es lamentable que personas cuyo nivel intelectual y cultural son elevados, actúen con el sentido patrimonialista que tanto critican; “el zorro no se ve la cola”. Pienso, no la conozco, que sus prejuicios la llevan al límite de la racionalidad: una cosa es estar en desacuerdo con un sistema, y otra, aprovechar su situación para favorecer a sus incondicionales.Por el buen nombre de nuestro país, el Servicio Exterior deber estar integrado con los mejores. Finalmente, representan a México.