Una serie de hechos recientes nos revelan lo vulnerable que somos a la manipulación y lo cerca que estamos de la inestabilidad social provocada por la repetición de falsedades. En un discurso pronunciado hace unos días, Vladimir Putin se identificó con los valores cristianos tradicionales y denunció como sus enemigos a una elite de “neoliberales” que domina naciones y grandes empresas en Occidente. Según su visión, estos grupos imponen un orden injusto en el mundo, que se expresa en la defensa de la democracia y expanden una ideología de género, conspirando contra quienes, como él, defienden la tradición que le da derecho a ejercer el poder autocrático. Con esa narrativa pretende justificar la guerra y conectar con adeptos de la extrema derecha en las naciones occidentales. Días después, el esposo de Nancy Pelosi, la tercera en el orden del poder en Estados Unidos, un hombre de 82 años, fue agredido en su casa de San Francisco por una persona, que según versiones de la prensa, era firme creyente de las teorías de la conspiración promovidas por los grupos supremacístas blancos.Mientras el jueves pasado Elon Musk tomó el control de Twitter, la empresa que alguna vez fue un elemento desafiante de los poderosos, despidiendo a parte del personal y anunciando cambios en la política de contenidos. La compra de esta empresa por parte de la persona más rica del mundo, y que se erige como actor un geopolítico, representa un reto para las prácticas del buen gobierno corporativo. La pregunta es si usará a la nueva empresa para sus propios fines políticos y económicos dentro y fuera de su país. Sobre todo considerando sus negocios de energía y aprovechamiento del espacio.Hoy domingo se desarrolla la segunda vuelta de las elecciones en Brasil, en donde la campaña electoral ha recurrido a toda clase de recursos para influir en el electorado. Y el próximo martes 8 de noviembre habrá elecciones en los Estados Unidos, en donde se prevé que el Partido Republicano tome la mayoría en la Cámara de Representantes, disputando de forma muy cerrada el Senado. Los Estados clave para el resultado son Arizona, Nevada, Georgia y Pensilvania, todos con una creciente población hispana, que en parte respaldó a los republicanos más radicales que sostienen las teorías de la conspiración.Todos estos hechos que parecen dispersos tienen un común denominador: bajo el principio del respeto a la libertad de expresión, y en el marco de la intercomunicación y la explosión de la información, se han esparcido discursos que buscan manipular a la opinión pública para obtener rendimientos políticos, militares y económicos. Quizá el caso más notorio lo constituye la guerra en Ucrania, pero los demás casos merecen atención, como parte de la construcción de mentiras deliberadamente repetidas que amenaza la esencia de la democracia. En México estas teorías se han esparcido también por medio de grupos radicales religiosos y políticos, y aunque no parecen ser dominantes, el clima de agitación crece porque tienen adeptos en todo el espectro social y político.La cuestión en el fondo es un conflicto entre dos principios esenciales de nuestro tiempo: el derecho que tiene cada persona de decidir su forma de pensar y de expresar sus opiniones, y por la otra el principio de búsqueda y defensa de la verdad como referencia para tomar decisiones. Sin duda cada quien puede creer en lo que quiera, pero el organizar corrientes de opinión deliberadamente basadas en mentiras constituye una perversidad. Las teorías de la conspiración han sido creadas para tomar el poder, para golpear a adversarios creando daños irreparables. El discurso de rencor es esencialmente una maldad que debe ser contenida. El odio a los demás, es curiosamente la mayor falta posible en la conducta, según la tradición cristiana a la que algunos radicales apelan para fustigar a las minorías que no piensan como ellos. Ante la intolerancia no cabe la apatía, porque lo que está en juego es el respeto a la dignidad de la persona. Quienes usan las teorías de la conspiración en busca de poder y riqueza son realmente la mayor amenaza a las sociedades democráticas.