AMLO sacó todo su colmillo político para imponer su visión de Estado y no dejó ir la oportunidad como el panista Vicente Fox, o como el propio priista Enrique Peña Nieto, a quien sucedió en la Presidencia de la República.Luego del sexenio de Fox (2000-2006), el primero de la alternancia democrática después de siete décadas del PRI, la crítica fue que desaprovechó la oportunidad para desmantelar el viejo sistema político priista y todos los vicios que traía enquistados. Quedó muy lejos, por ello, del cambio político prometido en uno de los momentos de mayor emoción social de la historia reciente del país. Siguió el también panista Felipe Calderón, quien le ganó por menos de un punto porcentual a Andrés Manuel López Obrador, y cuyo sexenio tampoco alcanzó a cumplir las expectativas, por lo que terminó regresando el poder al PRI.Al regreso del partido tricolor al poder en diciembre de 2012, de la mano de Peña Nieto, la incógnita era si en su gobierno se intentaría la restauración del viejo sistema político autoritario. Eso no sucedió porque Peña se afanó en pasar infructuosamente como el gran reformador neoliberal, pero su gobierno quedó marcado por los altos niveles de corrupción y por la inseguridad expresada en el caso de la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa y su pésima gestión.Lo paradójico de la política es que López Obrador, quien volvió a sacar al PRI de Los Pinos en 2018, fue quien empezó esa restauración priista desde el primer minuto después de que ganó la elección, cinco meses antes de asumir la Presidencia e instalarse como inquilino de Palacio Nacional.Una de sus primeras acciones para ello fue justamente desmontar las instituciones que, en la era de consolidación democrática del país, se habían creado luego de años de lucha desde la sociedad civil para poner límites a las prepotencias del poder político, como fueron los Órganos Constitucionales Autónomos (OCA’s). Como Presidente electo, ordenó la desaparición del Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE) y, desde las mañaneras, empezó a fustigar desde el primer momento al resto de los órganos autónomos.Antes de dejar la Presidencia el último día de septiembre, la aplanadora morenista y aliados, que se echa a andar el próximo domingo en la nueva Legislatura federal, le dará como otro regalo más de despedida las siete actas de defunción del Instituto Nacional de Transparencia, Acceso a la Información y Protección de Datos Personales (INAI); de la Comisión Federal de Competencia Económica (Cofece); del Instituto Federal de Telecomunicaciones (IFT); del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval); de la Comisión Nacional de Hidrocarburos (CNH); de la Comisión Reguladora de Energía (CRE); y del Sistema Nacional de Mejora Continua de la Educación.Sin duda, todo ese andamiaje institucional no ha estado exento de excesos que se hubieran podido corregir, pero, pese a todo, los echaremos de menos para contener los excesos de poder. La 4T los cierra con el argumento de que eran un despilfarro y vestigios de gobiernos conservadores, pero, en realidad, les resultaron incómodos por representar un contrapeso a un Estado que quieren con un poder absoluto.