Las experiencias, también son una gran maestra. Y ahora lo estamos viendo más de cerca al vernos forzados a convivir con menos personas que lo usual.Viajar en familia o con los amigos, se había considerado una de las mejores formas de saber cómo somos realmente. Se sabía que si querías conocer mejor a alguien, había que convivir, bajo diferentes circunstancias y así extraer los más íntimos secretos de la personalidad y lograr ver el caudal de su lado oscuro, ya sin maquillaje ni máscaras.Hoy, que nos hemos visto obligados a pasar largas jornadas distanciados, hemos podido conocer más ese otro aspecto de nosotros mismos y de las personas que nos rodean. Y así hemos aprendido de sus cualidades y defectos, de sus fortalezas y debilidades.La vida misma nos da cátedra de lo que significa actuar con seguridad o con duda, a ser sensibles o irritables, a dar a conocer nuestros egoísmos, o nuestras vanas actividades y suculentas aspiraciones.En estos meses hemos podido ver el resurgimiento de nuevas relaciones, de mirar el rostro olvidado de un ser querido, o de perder la amistad de alguien a quien no hemos visto todo éste tiempo. Amén, de que muchas parejas se han enemistado más, o en su caso han renovado su cariño y apoyo.Los sucesos que acontecen inesperadamente, como ésta pandemia, nos han regalado muchas novedades y sorpresas, para unos encantadoras y para otros muy decepcionantes. Y todo está en tener consciencia de con qué actitud las estamos viviendo.La vida misma nos confronta con lo que somos y la madera de la que estamos hechos, de lo mucho o nada que nos importan los seres queridos o a descubrir lo egoístas y desinteresados que somos con los demás.Sólo recapacita, a cuántos familiares y amigos ni si quiera les has mandado un saludo y a quiénes de plano ya ni te interesa su amistad.¡La vida es una gran escuela!