Los resultados del Informe Latinobarómetro 2023 son más que preocupantes. De acuerdo con los datos que presenta ese informe, en América Latina nos encontramos en lo que se denomina como “una recesión democrática”; y ante ello, México no es la excepción y, de hecho, nos ubicamos como el tercer país de la región con menos apego y valoración de la democracia.En un año, México ya habrá elegido a quien será la nueva o el nuevo titular del Ejecutivo federal, pero también habrá renovado a la totalidad del Congreso de la Unión, en medio de una posible crisis constitucional, pues no debe olvidarse que no se ha resuelto el tema de la posibilidad de que coexistan dos congresos simultáneamente, con base en lo que hoy se encuentra en la Ley.Además de lo anterior, se habrán de elegir nueve gubernaturas, incluidos cinco de los seis estados con mayor padrón electoral del país: Ciudad de México, Veracruz, Puebla, Jalisco y Guanajuato; además de miles de alcaldías donde se renovarán sus ayuntamientos y sus presidencias o alcaldías, como es el caso de la capital del país.Preocupa, ante ese escenario, que únicamente el 35% de la población nacional prefiera a la democracia por sobre otras formas de Gobierno; y que, frente a ello, el 33% de la ciudadanía manifieste que prefiere al autoritarismo; con un 28% que se muestra indiferente ante el tema. La cuestión es mayúscula, pues entre los años 2020 y 2023, el porcentaje de quienes prefieren al autoritarismo creció 11 puntos porcentuales, el mayor incremento para un periodo tan corto desde que se lleva a cabo esta medición para nuestro país. Y de forma paralela, la proporción de quienes preferimos a la democracia cayó en ocho puntos porcentuales en el mismo periodo.¿Qué tienen qué decir los partidos políticos ante esto? ¿Cuál es la posición del titular del Ejecutivo, quien se ha dedicado a concentrar más y más poder y a violar sistemáticamente las reglas electorales del país, las cuales, si bien son altamente restrictivas, son las reglas que surgieron precisamente como demanda de quienes hoy gobiernan luego de la elección de 2006?Todo lo anterior coincide con una severa erosión de los partidos políticos en México, lo que implica la profundización en la pérdida de representatividad ciudadana que tienen. Son partidos cuyas dirigencias están fracturadas éticamente; y cuya única misión parece ser la continuidad en su posición de administradores de derrotas que, por paradójico que parezca, les beneficia en sumo grado por su capacidad de control y manipulación de las exiguas estructuras y clientelas electorales que mantienen.Por el otro lado, nuestro Congreso ha transitado en los últimos años dando severos traspiés al haber renunciado, como no se había visto en 30 años, a su autonomía y capacidad deliberativa, lo que ha llevado a que estemos ante el periodo en que mayor número de controversias constitucionales se han planteado debido al desaseo en la construcción de leyes y reformas a la Constitución.Todo eso es parte de la misma crisis: partidos políticos de oposición que carecen de ideología, programa y de legitimidad y representatividad ciudadana, y un partido en vías de convertirse en hegemónico, abiertamente sometido a la sola voz del titular del Ejecutivo, quien lamentablemente prefirió mantenerse como líder de un movimiento político-social, antes que ser el jefe del Estado mexicano; pero utilizando todos los recursos de que dispone la República para potenciar y afianzar a su movimiento.Lo que urge en el debate público, sobre todo rumbo a la elección que viene, es un replanteamiento de cómo se construye y cómo se protege a la democracia en nuestro país. Porque no es aceptable que la única propuesta de un cambio de régimen, para dejar atrás la corrupción, la ineficacia gubernamental y la incapacidad de resolver los problemas estructurales, sea transitar hacia nuevas formas de autoritarismo y cancelación de libertades y derechos. Eso no es ni deseable ni tolerable para nuestro país.