Este año se sabía que sería un año especial. Especial porque al ser un año electoral doble, sus efectos suelen ser de pronóstico reservado. Es un año electoral para México y es un año electoral en los Estados Unidos, nuestro vecino y principal socio comercial.Los años con elecciones son complicados en términos económicos, porque el grado de incertidumbre aumenta. Primero, claramente por la evolución natural de los fenómenos económicos, pero ahora se suma la incertidumbre del resultado electoral.No solo es el fin de un gobierno, sino el inicio de uno nuevo. Nueva encargada de la política económica nacional, nuevos proyectos, nuevos objetivos y nuevas prioridades. Toda esa incertidumbre se acumula y provoca que los años electorales sean complejos.Muchas veces resultan de la incertidumbre del choque de las fuerzas. Por un lado, tenemos la cautela del sector privado que deja de invertir hasta no tener bien claro cuáles serán las nuevas reglas del juego económico para el nuevo gobierno, mientras que el gobierno mismo gasta en exceso porque quiere, ahora sí, quedar bien con todos los electores.Este año se esperaba justo que fuera así: una primera mitad dinámica y con crecimiento importante, jalado principalmente por el enorme gasto electoral de los partidos, del INE y del propio gobierno que, a través de la entrega de recursos por medio de los programas sociales, impulsaría la demanda del mercado interno y movería la economía.Luego, una vez pasadas las elecciones, no solo se cerraría la llave del gasto electoral, sino que bajaría el gasto público del gobierno, lo que dejaría a la economía mexicana en un segundo semestre prácticamente en modo avión, planeando, impulsada por la fuerza del primer semestre.Las elecciones pasaron, ganó la candidata del presidente, pero la economía nacional nunca despegó. Prácticamente está en una línea horizontal desde septiembre del 2023. Lo que nos pone ya con ocho meses de estancamiento. Las remesas también dejaron de crecer y la parte más visible de que la economía está nadando de muertito son las cifras de empleo formal en el país.Prácticamente tenemos la más baja creación de empleos formales desde la pandemia.Mientras que en 2018 para un periodo enero-junio ya llevábamos más de 478 mil empleos nuevos en la formalidad. Este año apenas si rebasamos los 295 mil. Y eso que 2018 también fue un año electoral.En esta economía paralizada nacional, por supuesto que no se salvan los estados. Incluido los más dinámicos y exitosos en la creación de empleos formales como Jalisco.Simplemente desde hace más de 10 años no se registraba un primer semestre tan malo en la creación de empleos en Jalisco. Mientras que en el 2014 se crearon más de 36 mil nuevos puestos de trabajo, este 2024 ni siquiera alcanzamos los 28 mil nuevos empleos.Lo mismo para estados de avanzada como Nuevo León, acostumbrado a tener primeros semestres del año con 60 mil nuevos empleos, este 2024 apenas si ha logrado rebasar los 50 mil. Y eso que se supone que están todavía altas las expectativas del famosos nearshoring.Ya no hablemos de lugares tan importantes como la Ciudad de México, la que de plano no solo 2024 ha sido malo en la creación de empleos, sino que todavía ni siquiera logran recuperar los niveles de empleo que tenían antes de la pandemia. Es decir, en la capital del país, el nivel de empleo formal hoy es menor al que había en 2019. Hace 5 años. Un desastre.Lo peor de una economía que se estanca, es que deja de generar oportunidades económicas para sus habitantes. Los salarios, aunque el gobierno quiera, no pueden subir de manera sana y natural en una economía que no camina. Si el gobierno quiere forzar estas subidas con decretazos como al salario mínimo, entonces veremos todavía una menor creación de empleos en esta parte del mercado.La economía nacional se para, el gobierno se ha quedado sin dinero y con una deuda que lo asfixia y el nearshoring que, se supone, nos inundaría con inversiones no se le ve por ningún lado.
