La verdadera coalición opositora apenas se va a constituir, y si lo logran será justo ahora que iniciarán sus formidables retos.El sonado triunfo en San Lázaro de todas las fuerzas contrarias a Andrés Manuel López Obrador, a quien le tumbaron una reforma constitucional y a quien advirtieron que si persiste en no negociar nada la misma suerte correrán las anunciadas iniciativas sobre ley electoral y Guardia Nacional, pone a la oposición en la antesala de un protagonismo que, sin embargo, le demandará mucho de lo que no ha mostrado desde al menos 2017.Hace 5 años, tras el gasolinazo y dadas las pugnas al interior del panismo, la hoy oposición le dejó el camino libre a López Obrador rumbo a la presidencia.El PRI tuvo al peor de los candidatos posibles -porque entre otras cosas en el peñismo traicionaron al doctor Narro-, y el blanquiazul Ricardo Anaya creyó que una campaña como el listo de la clase, que encima ni se deja ayudar ni hace amarres, le haría competitivo. El resto es historia.Un lustro después todos los partidos que perdieron en el 2018 tuvieron un domingo de resurrección en el Congreso al propinarle a AMLO el honor de ser el primer Presidente que fracasa al intentar una reforma constitucional. Es meritorio lo logrado, así haya sido en medio de un debate pobre o insustancial, así haya sido sobre todo por la cerrazón del oficialismo.La gran duda ahora es qué hará la oposición con lo logrado. Y dentro de la oposición, la interrogante recae sobre todo en el PRI, convertido en el gozne que resistió la embestida de López Obrador, quien los sometió a una andanada -ayer mismo les repitió receta- sobre la presunta incongruencia de votar junto con el PAN o de oponerse a una reforma que el presidente ve a la altura de Cárdenas o de López Mateos (si es que éste tiene alguna altura que no sea de represor).El reto para el grupo tripartidista que se coaligó en las elecciones del 2021 y que de alguna manera ha sabido mantener la unidad hasta ahora, incluida su decisión de ir en las elecciones estatales de este año con acuerdos específicos para cada entidad, entró desde el domingo en un espacio de turbulencias.Derrotar a López Obrador en San Lázaro alimenta las posibilidades del bloque opositor, y por ende las tensiones en su interior tendientes a la definición sobre la ruta a seguir, el mensaje a consolidar en el futuro inmediato y los actores que han de encarnar el liderazgo.Aun con sus desplantes y ramplonería, el discurso del presidente priista Alejandro Moreno en la tribuna fue menos malo que el del histriónico panista Jorge Romero. Y más aún: el planteamiento del líder parlamentario tricolor Rubén Moreira dejó entrever sustancia e incluso apertura para corregir excesos y abusos de la reforma de 2013.Las intervenciones del PAN, en cambio, estuvieron lejos de la tradición parlamentaria de esa organización y acaso se salve la de Santiago Creel, pues lo demás fue una exhibición de marrullería digna de Morena.El PRI tiene por su parte el nada menor problema de ser una marca con profundo rechazo en las encuestas y un cúmulo de derrotas estatales que se ampliará en al menos dos casos (Hidalgo y Oaxaca) este año.Los que ganaron el domingo la tienen ahora realmente complicada. La ciudadanía cuenta con ellos para contener a López Obrador y para complicarle la continuidad del morenismo. Lograr ambas cosas será mucho más difícil que acortar las vacaciones para pernoctar en San Lázaro. sal.camarena.r@gmail.com