Ya transcurrieron dos meses desde que la pandemia del COVID-19 invadió México. Entre cifras de más contagios y fallecimientos, pronósticos de desaceleración económica y visiones diferenciadas sobre cómo enfrentar la emergencia según se trate del Gobierno federal o varios gobiernos estatales, es sorprendente cómo han evolucionado también los discursos y la dialéctica gubernamental.Ejemplos hay por montones.Desde los discursos emocionales que se nutren de expresiones coloquiales como “los pendejos”, anotada por el gobernador Enrique Alfaro Ramírez para referirse con desesperación, a las personas que no acatan las medidas de aislamiento, hasta el desaparecido (por ahora) “me canso ganso”, del Presidente Andrés Manuel López Obrador, que abrumado por la realidad ha dejado de sentirse autosuficiente.¿Pero qué hay más allá del coloquialismo que a algunos ofende y a final de cuentas no hace sino revelar que el gobernante es tan humano que ni su cargo los hace mejores?El problema radica en la visión y la interpretación de la realidad. Si el gobernante es una persona informada, bien asesorada, consciente de las limitaciones y alcances de su desempeño y autoridad, comprometido con los valores que le dan sentido al cargo que ostenta, naturalmente los resultados de su trabajo serán generalmente positivos y benéficos.Y todo esto viene a cuento porque en la actual emergencia sanitaria y económica, en el fragor de la lucha cotidiana contra los contagios y el esfuerzo generalizado por perder lo menos posible ante la pandemia, es indignante encontrarse con quienes sistemáticamente abusan de la emergencia y no solo no son solidarios, sino que aprovechan el desorden para su beneficio.El viernes 1 de mayo se hizo pública una investigación periodística de “Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad”. En el texto se hace ver que León Manuel Bartlett, hijo de Manuel Bartlett Díaz, le vendió 20 ventiladores pulmonares para intubar a enfermos graves de coronavirus al IMSS en el Estado de Hidalgo, pero a un costo 85% más alto que el valor de mercado: pagaron un millón 550 mil pesos por cada aparato.Fue, por cierto, una adjudicación directa. En una situación de crisis y con la falta que hacen los ventiladores en este momento, el IMSS no podía darse el lujo de hacer concursos y buscar al mejor postor y las condiciones ideales: una oportunidad dorada para el señor Bartlett. La pregunta surge por sí sola: ¿Habrá influido el hecho de que León Manuel Bartlett sea hijo del actual director de la Comisión Federal de Electricidad?Puede sospecharse lo peor. O también, puede elegirse creer que no hay nada malo, ni en la asignación directa ni en el alto precio pagado.Pero el parentesco y el hecho que contradice totalmente la intención de austeridad, y además, el jugoso negocio… todo se combina para que el asunto se convirtiera en un escándalo. Tanto así que el Presidente Andrés Manuel López Obrador tuvo que abordarlo en su mañanera del 4 mayo. Ordenó que lo investiguen. Pero también reclamó que hay un “afán de querer debilitar a nuestro gobierno. Les molesta mucho la transformación”.Y aquí entra esa dialéctica desgastada y dañina. ¿Sólo nos indignaremos con la corrupción del sexenio de Peña Nieto, del de Felipe Calderón?Lo que no admite el Presidente López Obrador es que en la Cuarta Transformación también hay corrupción. Y no es su culpa que los Bartlett hagan negocios. Los han hecho durante años.El problema está en la argumentación. Esa sí es su responsabilidad.