Martes, 26 de Noviembre 2024

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La demagogia es un peligro para la democracia

Por: Guillermo Dellamary

La demagogia es un peligro para la democracia

La demagogia es un peligro para la democracia

Es el recurso que utilizan los pseudolíderes para ganarse el apoyo popular, echando discursos con tintes emocionales, promoviendo el sentimentalismo y los prejuicios que culpen y acusen a los demás de los problemas que aquejan a una sociedad.

Regularmente los demagogos evaden los argumentos racionales y prefieren centrarse en abordar las dificultades con falsas promesas, que suenen atractivas y conmovedoras.

El caso es envolver a la mente de los incautos e inocentes que se dejan cautivar por su oratoria hipnótica y seductora.

Es una manera de manipulación, porque usan las debilidades humanas a su favor, como el miedo y la inseguridad o bajan el cielo y las estrellas con palabras bonitas, pero que en el fondo no dicen nada, ni mucho menos van a cumplir con sus falsas promesas.

Llegan a tener tal poder en la mente de la opinión de sus seguidores, que logran conseguir su apoyo incondicional y forjar una lealtad a su ideología y discurso, que ya no serán capaces de cuestionarlo, sólo lo van a defender y hacerlo propio, porque está lleno de ego y narcisismo.

Uno de los recursos más habituales que utilizan en sus discursos es desacreditar a sus oponentes políticos y regularmente lo hacen poniéndose como víctimas de las calumnias y mentiras que les señalan.

Se acaban erigiendo como la fuente de la verdad y todos los demás están equivocados, la razón la tienen ellos.

El problema es que este tipo de oradores debilitan a la democracia y van deteriorando la capacidad del diálogo, pues materialmente remplazan el discurso racional por un manejo intenso de las emociones, sobre todo al polarizar las ideologías y la lucha de clases sociales.

Además, logran convencer de que las instituciones no sirven y están deterioradas, por lo que hay que acabar con ellas y crear unas nuevas, desde luego que promoviéndolas con las suyas. Así siembran la desconfianza en lo que otros han hecho.

Sus palabras son como filosos cuchillos que dividen a la sociedad, en vez de unirla, creando todo tipo de antagonismos y luchas entre diversos grupos.

Finalmente, el problema es que acaban utilizando el poder que van acumulando para acallar a su oposición y controlar la información.

Sin duda, la medicina contra los demagogos es el fortalecimiento de las instituciones democráticas y promover la participación de la gente, tratando de alejar la apatía y el desdén por la política.

Promover el pensamiento crítico es indispensable y va de la mano con el uso de la razón y la cultura, y así alejar la emotividad y los sentimentalismos del diálogo.

Darle apertura y espacio al pluralismo y diversidad ideológica, fortaleciendo los diferentes medios de comunicación para garantizar el acceso a la información veraz y oportuna.

La democracia es de todos, y entre más nos involucremos, haremos un claro contrapeso contra la amenaza de los demagogos que quieren concentrar el poder en sus manos y arrebatárselo al pueblo.

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