Yo no estoy aquí para defender a ningún régimen político. Tampoco estoy aquí para saber si todavía es políticamente correcto catalogar al pensamiento social, moral y económico en dos grandes y extremos nombres que engloban todo y nada: la derecha y la izquierda. Tampoco me siento capacitada para decir cuál nación ha provisto de mayor libertad, quién la ha maquillado, cuál ejerce el mejor sistema de gobierno frente a tal sociedad, quién sí vela por los intereses de los ciudadanos como individuos y no como una masa gigante que vota si se vive en democracia, o resiste si se vive en una dictadura, o todo junto y viceversa. La realidad es que entre soberanos te veas y para muestra basta el botón de la reciente cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC). Aquellos actores políticos que por instantes parecen los dueños y no los dirigentes de un país, de un proyecto de nación. Aquellos acentos en frases, en citas de ex revolucionarios, en pajaritos, en fantasías, que frente a discursos llenos de nostalgia histórica no alcanzan a aterrizar a un presente tanto más complejo que aquel de cuando todos íbamos a buscar juntos al unicornio azul.México históricamente, le ha abierto las puertas a los que han necesitado un refugio, una oportunidad, un volver a empezar. México históricamente también le ha cerrado las puertas a los que han necesitado un refugio, una oportunidad, un volver a empezar o un simple paso. México es un país de contrastes políticos y sociales evidentes. En México tienen voz los dictadores pero no libertad de expresión los periodistas. En México se reciben desde siempre a los grandes artistas de todos los pueblos y es en México también donde la cultura opera como una mafia. Dicen que a los artistas las crisis en general les vienen bien, que de ahí sacan “la chamba”, que se montan en la ola del momento no solo para expresar y retratar lo que sucede sino para ser lo que sucede. Lo que sucede en Jalisco (ya estará usted enterado) a mí no me inspira a crear. Lejos de hacerme sentir como una ciudadana de a pie, me hace sentir que soy público de una mala comedia por la que pago cada mes un boleto carísimo. Pongámonos serios, demos voz a quien sí la necesita, demos espacio a quien lo pide a gritos y dejemos a los ciudadanos, a los artistas ser ellos los actores y ahí juntos nos encontraremos con aquel ansiado unicornio azul. Dejémonos de malas e irrisorias actuaciones, nos lo merecemos como pueblo. Va para todos.argeliagf@informador.com.mx • @argelinapanyvina