La marcha de la ciudad depende de múltiples factores. La urbe es un organismo de alta complejidad y los mecanismos que la hacen funcionar muchas veces están interconectados y potencian así las situaciones de conflicto. El deterioro del patrimonio edificado es una muestra de lo que sucede cuando estos factores no se logran armonizar en un sentido apropiado para su indispensable coordinación. De allí la existencia de un gran número de casos en los que el patrimonio, de ser un valioso activo urbano, pasa a ser una carga para la ciudad. Sin embargo, estos patrimonios deben, a toda costa, prevalecer.La reciente terminación de los accesos subterráneos a la Estación Plaza de Armas de la Línea 3 del Tren Ligero es la muestra de una crasa ignorancia sobre la valía del patrimonio que encierra nada menos que el corazón de nuestra ciudad. Es el resultado de un proyecto realizado a la distancia sin la indispensable sensibilidad por el entorno que el caso demanda. Dicho proyecto debió haberse estudiado con el cuidado necesario para armonizarlo muy puntualmente con su contexto.No era necesario más que adecuar los equipamientos, como sucede en muchas ciudades del mundo, a una intemperie y sus diversas variables. Con el simple hecho de dejar las escaleras, como está en la estación Universidad, a cielo abierto y con los equipos y las medidas necesarias para desahogar la lluvia. Así, todo lo necesario es un discreto barandal que no obstruya las visuales y deje libres las perspectivas tan entrañables para los tapatíos.Muchas han sido las voces de protesta, y con toda razón, ante el atentado así cometido. Es factible, con las técnicas adecuadas, revertir el perjuicio y, dada la tan cuantiosa inversión como es la Línea 3 en su conjunto, determinar un presupuesto necesario para adecuar los accesos mencionados en términos correctos para el patrimonio urbano.Las diversas instituciones concernidas, de los tres niveles de gobierno, tienen ante sí la tarea de gestionar adecuadamente el caso para reparar el daño ahora existente y devolverle a la Plaza de Armas, a su entorno y sus perspectivas, la dignidad y la prestancia que merecen. No es en absoluto un tema menor, es la oportunidad de aliviar ese sensible punto de crispación urbana en beneficio del patrimonio y la imagen del centro de toda la Zona Metropolitana de Guadalajara.jpalomar@informador.com.mx