No conozco a alguien que después del debate del domingo pasado haya definido su voto. Quienes saben a favor de quién sufragarán no necesitaban ver el debate, por el contrario, las personas que todavía no se deciden, siguen en las mismas a pesar de él. Tal vez porque lo más revelador de los candidatos fue lo que no respondieron, ya fuera a las preguntas directas de los moderadores, o bien, a los ataques de los adversarios.Aunque el INE tuvo un gran acierto en el cambio de formato y los moderadores hicieron preguntas pertinentes y muy concretas, que en varias ocasiones lograron sacar de sus guiones a los participantes, también exhibió el bajo nivel que los representantes de la clase política mexicana tienen; poca capacidad oral, falta de apego a las reglas y falta de elocuencia para explicar sus propuestas.Era de esperarse que el candidato que encabeza las propuestas fuera el blanco de los ataques de los otros contendientes. No deja de sorprender que sean las propuestas de Andrés Manuel López Obrador las que marquen agenda de los discursos de los demás, como la amnistía y la revocación de mandato.Para el abanderado de Morena hubiera sido un golpe contundente explicar con claridad ambas propuestas y con ello solventar las dudas, que en muchos casos son el origen de la indecisión. Pero no fue así y prefirió jugar el papel que todos ya le conocemos, evasivo, con propuestas generales, sin mayores explicaciones.La estrategia a la ofensiva de Ricardo Anaya consiguió uno de los momentos más emblemáticos de la noche al utilizar el 7 de 7 de Meade para referirse a los casos más sonados de corrupción relacionados con el PRI. La capacidad de oratoria del más joven de los candidatos fue notoria pero no por ello fulminante. Todos recordamos esa cualidad en el debate que protagonizó Diego Fernández de Ceballos, pero también su desenlace.El pesado lastre tricolor que trae sobre sus espaldas José Antonio Meade difícilmente lo dejará lucir en los debates y en general, en el proceso electoral. Por más que trate de venderse como honesto, como un ciudadano que no tiene militancia política, cuando intenta hablar de sus propuestas en seguridad y combate a la corrupción, la carga de la administración peñanietista y de todos los gobernadores de la nueva generación priista se le viene encima.Y en situación similar se encuentra Margarita Zavala, que más allá de su nerviosismo y falta de claridad, su defensa del gobierno de Felipe Calderón e incluso la propuesta de continuar con su estrategia de seguridad, la coloca en la posición más incómoda de todas.Apreciable lector, por respeto a su inteligencia y sobre todo, por respeto a Marichuy y todo lo que ella representaba, me niego a hablar de Jaime Rodríguez y su lastimosa participación en el debate.Pero ya pasó el debate y aquí, afuera de esa burbuja, los mexicanos de a pie seguimos sobreviviendo a la violencia, a las desapariciones, a los feminicidios, a la desigualdad y sin saber cómo lograr el cambio.(puntociego@mail.com)