Qué alegría.Mi esposa y yo nos sentamos donde amablemente nos indicaron.El ingreso y los procesos habían sido tan ágiles (por la hora a la que llegamos) que apenas en ese momento tomé conciencia de dónde estábamos y para qué.Nos encontrábamos en uno de los estacionamientos del Estadio Olímpico de la UNAM en la Ciudad de México (mi alma mater) a punto de recibir la segunda dosis de la vacuna AstraZeneca contra el COVID-19.Aunque yo radico prácticamente en Guadalajara, la mayoría de los negocios de mi esposa están en Ciudad de México y resultó más práctico viajar yo para allá que ella venir a Guadalajara en caso de que el llamado fuera de un día para otro, como efectivamente ocurrió.Por estar registrados en la Alcaldía Magdalena Contreras, hace dos meses recibimos la primera vacuna y esta semana la segunda dosis.Lo primero que hice al estar ahí sentado, y como me lo había prometido a mí mismo, fue recordar emocionado a quienes murieron antes, los que tristemente no llegaron a la vacuna: mi primo Manuel del Bosque (un auténtico Quijote del siglo XXI), Memo Flores (nuestro cálido y amigable guardia en Promomedios en Guadalajara), y Arturo González (destacado colega periodista y amigo con quien hicimos grande la Radio Mil de la Ciudad de México).¿Qué les hubiera costado aguantar un par de meses más?Pero no, a ellos los mató el virus desdichado, como a miles en nuestro país y millones en el mundo antes de recibir la vacuna.Un recuerdo entrañable donde quiera que se encuentren.Ya después de ese sencillo homenaje a los ausentes, mi esposa y yo reconocimos que estábamos felices. Qué momento.Qué alegría.Rendía fruto más de un año de cuidarnos como pocos, de no ver y ni abrazar a la mayoría de los hijos, de no viajar en avión, de no ir a reuniones… de no ver el mar.De encontrarle sentido a estar ella y yo solos, en casa, compartiendo eso: el estar solos en casa y disfrutarlo.Era tal la emoción que por un momento se me olvidó la rabia y la impotencia que provoca que el presidente López Obrador arremeta amenazante contra la autoridad electoral para defender al más salvaje y bárbaro de sus correligionarios: Macedonio. Qué miopía política de ambos para no reconocer que ellos si han llegado a donde están, la Presidencia y una curul en el Senado, es precisamente gracias a que con todos sus defectos y carencias tenemos un órgano electoral en México que garantiza que los votos sean reales y contados y se respete al ganador, labor de décadas y trabajo de numerosos demócratas como Porfirio Muñoz Ledo, a quien le acaban de dar una patada en salva la parte.Pero no, nosotros estábamos ahí, muy emocionados de recibir la vacuna.Ya inyectados y después de 30 minutos bajo observación nos levantamos y mientras caminábamos agradecíamos a las decenas de voluntarios que compartían nuestro gozo, incluso ya para salir había una valla de unos veinte jóvenes con sus chalecos verdes que emocionados nos aplaudían a quienes ya salíamos vacunados y felices.Mi esposa y yo les aplaudíamos a ellos.Qué momento. Qué alegría.platapi@hotmail.com