En estas elecciones la esfera cultural tendrá más presencia que en ocasiones pasadas. Y no solamente por la incorporación de Raúl Padilla al equipo de Anaya, situación de la que seguramente no quitaremos el ojo, sino por la reciente desvinculación administrativa de cultura con educación. En corto, este reacomodo implica más dinero, más poder y más protagonismo para los candidatos a la presidencia.Las diferentes formas en que la cultura se ha gestionado en el país hablan del perfil de cada proyecto de nación. Durante gran parte del siglo XX el que predominó fue el de José Vasconcelos, el cual promovía la creación de un país de conciencia nacionalista mediante la estatización de la cultura y educación bajo una sola secretaría. Esta fusión estuvo vigente hasta 1988 con la aparición de Conaculta, diseñado como un órgano desconcentrado con funciones de coordinación, promoción y fomento. Ahora, la novedad es que la Secretaría de Cultura, libre de ataduras administrativas, tendrá más libertad de encauzar sus proyectos hacia el turismo, desarrollo económico e incluir la participación del sector privado.A pesar de que existen temores de regresar a una gestión autoritaria al más puro estilo vasconcelista, hasta el momento la Secretaría de Cultura ha sido virtualmente invisible y nadie sabe con certeza hacia dónde se dirigirá en los próximos años. Es difícil saber si en efecto será un instrumento de mejoramiento social o solamente estará a merced de la lógica del mercado; si podrá implementar una cultura horizontal para todos o afianzará su control absoluto. El esclarecimiento de estas tensiones dependerá de los candidatos actuales, sus comisionados y propuestas.Hasta el momento, lo que sabemos de estas proposiciones es que se articulan de manera similar: hay un énfasis en la descentralización, la diversidad y el impulso a industrias creativas. No obstante, la clave para entender sus diferencias está en cómo se estructuran dentro de sus principales eje de campaña.Anaya incluye la cultura dentro del área de desarrollo económico, mientras que AMLO y Meade la incorporan en sus ejes educativos. Las propuestas de Anaya y AMLO son sin duda las más consolidadas: sus lineamientos ya fueron establecidos y sus asesores elegidos. De Meade llaman la atención dos cosas: su silencio respecto al tema y que haya retomado el camino educativo del que la administración actual recién se divorció. Estas diferencias son relevantes porque marcarán los objetivos para los cuales la cultura será empleada en la siguiente administración.