Ha sido 2021 una de las peores temporadas de incendios en el Bosque de la Primavera. Desde 1998 que comenzó a llevarse un seguimiento puntual de los incendios, solo 2005, cuando un solo siniestro afectó una tercera parte de la zona protegida, y 2012, con otro terrible incendio de siete mil hectáreas, han sido peores. Ha sido un año muy seco, propicio para que cualquier chispa se propague con enorme facilidad. Pero más delicado es que al ser también este un año electoral, detrás de los incendios viene la temporada de ocurrencias, que es tan dañina o más que el propio fuego, desde quien propone expropiar y cerrar hasta quien buscará aprovechar para insistir en habitarlo o explotarlo.“Nuestro” Bosque, como nos gusta decirlo, tiene dueños. Se trata de un área natural protegida por un decreto presidencial que limita los usos y cambios de uso del suelo, pero hay dentro del este polígono todo tipo de propiedad: privada, ejidal y estatal, en ese orden. Se trata, por otro lado, de un bosque frágil y relativamente joven que presta grandes servicios ambientales a la ciudad, fundamentalmente oxígeno y agua: buena parte la extraemos a través del sistema de pozos que se infiltra en La Primavera.Los incendios, que tanto nos espantan y preocupan, son parte del sistema de regeneración de este tipo de bosques, como lo explicó con extraordinaria claridad ayer el experto en manejo del fuego, Enrique Jardel, en estas mismas páginas (https://www.informador.mx/ideas/Los-incendios-en-el-Bosque-La-Primavera-entender-el-problema-para-resolverlo-20210418-0028.html.). En un cuarto de siglo el área quemada representa dos veces la extensión de La Primavera y sin embrago el bosque ahí está. Al ser ya un bosque interurbano la incidencia de fuego provocado es cada vez mayor y el riego a la población también, lo que implica que cada vez más La Primavera debe ser un bosque manejado y ello implica muchas cosas, pero sobre todo presupuesto.Lo peor que le puede pasar al bosque en estos momentos es que termine siendo víctima de ocurrencias. Las decisiones que se tomen para La Primavera tienen que ser pensadas, planeadas y ejecutables en el largo plazo. El fuego es solo uno de los problemas del bosque, y quizá ni siquiera es el más delicado. Tenemos que decidir qué tipo de propiedad es la más conveniente. ¿Todo el bosque debe ser estatal? ¿Qué y cuánto debe comprar el Estado para reducir riesgos? ¿Con qué mecanismos? Más aún, de dónde saldrán los recursos: impuesto predial, cuota a la tarifa de agua, sistema de compensación de usos de suelo, como lo propuso en su momento el arquitecto y urbanista Gabriel Casillas, la geotermia, pensará más de alguno.En fin, son muchas, delicadas y políticamente complejas, las decisiones que hay que tomar y ninguna de ellas es de corto plazo. Evitemos las ocurrencias y construyamos con inteligencia y paciencia el futuro de La Primavera. Hagamos que el bosque sea de verdad nuestro bosque.