Martes, 26 de Noviembre 2024

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La Primavera

Por: Laura Castro Golarte

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El estiaje es real, parte de los ciclos de la naturaleza y año con año hay que lidiar con eso, pero precisamente porque se sabe desde siempre, las autoridades y la sociedad tendríamos que actuar de otro modo con respecto a esa realidad que hasta se reconoce como “temporada de incendios forestales”, sí, temporada, como la de lluvias o huracanes.

Todo está seco después del invierno y con el cambio climático que también es real, es peor cada vez, más extremoso, más radical. Circula en redes sociales y en internet una fotografía satelital de México donde se marcan los incendios al día lunes de esta semana: la mitad del país en llamas, de la región Pacífico-Centro al sureste y del lado del Atlántico, la península de Yucatán.

Bien, entonces están las cuestiones propias de la naturaleza, pero también los accidentes y la falta de conciencia de paseantes diversos que no apagan bien las fogatas, que usan asadores irresponsablemente, que fuman y dejan basura inflamable. Contra estos riesgos hay campañas recurrentes que hay que reforzar siempre, esto no puede obviarse de ningún modo.

Estos dos aspectos son permanentes y es cuando se deberían aplicar políticas públicas pertinentes y oportunas que nos recuerden que estamos en pleno estiaje y hay que ser especialmente cuidadosos si queremos seguir disfrutando de la naturaleza.

Hay un tercer aspecto, el más complicado y sin duda criminal, que reclama acciones urgentes de las autoridades: los incendios provocados con fines inmobiliarios y agropecuarios más otras acciones que dañan al bosque como sobrepastoreo, tala clandestina y siembra en terrenos que no tienen esa vocación. Desconozco exactamente cuántos de los incendios en el país son resultado de esto, pero sabemos, y es un secreto a voces, que es el caso del Bosque de La Primavera, un espacio natural sobre el que deberíamos sentirnos verdaderamente privilegiados.

Los incendios este año suman 47 y la cantidad de zonas afectadas supera las mil 500 hectáreas. Más o menos desde hace 15 años el incremento en los incendios en La Primavera ha sido notable, contrasta con los incidentes de años anteriores y, paralelamente, los desarrollos inmobiliarios han ido en aumento.

La Primavera es una caldera volcánica y, por lo mismo, es un espacio muy frágil. Los suelos y la masa forestal son delicados, por decirlo de alguna manera y fue por eso y por la riqueza natural del espacio, la biodiversidad, las especies de flora y fauna y los beneficios ambientes para la Zona Metropolitana de Guadalajara y otros municipios, que desde 1980 se decretó Área Natural Protegida, no obstante, no hemos avanzado gran cosa en su protección, al contrario.

Me encontré en mi archivo los textos de un reportaje colectivo que se publicó en esta casa editorial en mayo de 1998, hace 21 años, porque entonces se registraron varios incendios. Hemos avanzado tan poco o nada, de plano, que empecé a leer aquella información de hace dos décadas y salvo por los personajes, parecía que eran datos generados hace unos días y próximos a publicarse (se publicó en dos entregas, 22 y 23 de mayo de 1998).

No se ha trabajado bien y no se ha hecho lo suficiente a pesar de los esfuerzos de asociaciones de la sociedad civil o de la sociedad en general, por su activa participación en la generación de conciencia y en trabajos de voluntariado cuando se ofrece, ya sea para combatir incendios o en labores de reforestación y recolección de basura. Las autoridades no han actuado en la misma medida por décadas, siempre reactivas, con paliativos, con decisiones cosméticas y para salir del paso.

Cómo quisiera que por una vez se emprendiera un programa diseñado para surtir efectos de muy largo plazo, que nos garantizara la supervivencia del bosque en excelentes condiciones; que cada quien hiciera su parte empezando por los gobiernos federal, estatal y municipales, que bien podrían servir de ejemplo para despertar y fortalecer conciencias y motivar una mayor participación.

Urgen medidas radicales para combatir los incendios provocados, más allá de cerrar uno de los accesos públicos. No puede ser que el bosque esté a merced de los intereses inmobiliarios, miopes, inmediatistas, egoístas y avaros; y que superen el sentido y el bien común, la conveniencia de un medio ambiente sano y sin duda alguna benéfico para cinco millones de habitantes de la zona conurbada y municipios como Tala y Ameca. Mejora la calidad del aire, hay agua, flora y fauna abundantes.

Urge romper el patrón de lo que ha sido la atención del Bosque de La Primavera y cambiar hacia decisiones inteligentes, con efectos duraderos, que reflejen un verdadero interés por proteger ese espacio para beneficio de todos.

(lauracastro05@gmail.com)

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