Viernes, 22 de Noviembre 2024

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La Navidad según Jean-Paul Sartre

Por: María Palomar

La Navidad según Jean-Paul Sartre

La Navidad según Jean-Paul Sartre

Escribe el Padre Bernard Bro:* pocas evocaciones tan poderosas conozco de este misterio que la que escribió, a instancias de un sacerdote de mi convento, el filósofo Jean-Paul Sartre. En plena guerra, en lo más oscuro del invierno de 1940, en un campo de prisioneros en Alemania, el Padre Bisselot, dominico, le pidió ayudarlo a llevar algún consuelo a sus compañeros de cautiverio.

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“Como hoy es Navidad, tenemos derecho de pedir que se nos muestre el pesebre. Helo aquí. He aquí la Virgen y he aquí a José y he aquí al Niño Jesús. Pero oigan: no hay más que cerrar los ojos y les diré cómo los veo yo por dentro. La Virgen está pálida y mira al Niño. Lo que habría que pintar en su cara es un deslumbramiento ansioso que sólo una vez ha aparecido en un rostro humano. Pues Cristo es su hijo, la carne de su carne y el fruto de sus entrañas. Ella lo llevó durante nueve meses y lo amamantará, y su leche se convertirá en la sangre de Dios.

“Y a veces la tentación es tan grande que se le olvida que es Dios. Lo aprieta en sus brazos y le dice: “¡pequeñito mío!” Pero en otros momentos se queda toda estupefacta  y piensa: “Dios está aquí”, y se siente sobrecogida por un pavor religioso ante ese Dios mudo, ante esa criatura aterradora. Porque a veces todas las madres se quedan atónitas frente ese fragmento rebelde de su carne que es el hijo, y se sienten desterradas de esa vida nueva que fue amasada con su vida y que está habitada por pensamientos extraños.      

“Pero ningún niño ha sido asesinado más cruelmente ni con tanta rapidez arrancado a su madre porque es Dios y rebasa por todas partes lo que ella se podía imaginar. Y fue una dura prueba para una madre sentir vergüenza de sí misma y de su condición humana ante su hijo. Pero pienso que también hubo otros momentos, breves y fugaces, donde siente a la vez que Cristo es su hijo, su propio niñito, y que es Dios. Lo ve y piensa: “Este Dios es mi hijo. Esta carne divina es mi carne. Está hecho de mí, tiene mis ojos, y esa forma de su boca es la forma de la mía. Se parece a mí. Es Dios y se parece a mí”.

“Y hasta aquí sobre Jesús y la Virgen María.    

“¿Y José? A José no lo pintaría. No pondría más que una sombra al fondo de la gruta y dos ojos brillantes. Porque no sé qué decir de José, y José no sabe qué decir de sí mismo.

“Él adora. Y está feliz de adorar.

“Y toda la vida de José, me imagino, será para aprender a aceptar.”

*Bernard Bro, Peut-on éviter Jésus-Christ?, París, Éditions de Fallois/Éditions Saint-Augustin, 1995.

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