I En Italia, tierra del catenaccio, el contragolpe y los sistemas defensivos más elaborados del mundo, se gestaba uno de los equipos de futbol más revolucionarios de la historia de este deporte: el AC Milán del entrenador Arrigo Sacchi y de grandes estrellas como Marco Van Basten, Ruud Gullit, Paolo Maldini o Franco Baresi. En vez de defender en el área propia, hostigaban a los defensores rivales para apurarlos y recuperar el balón inmediatamente; en vez de marcar personalmente al hombre, ridiculizaban a los atacantes dejándolos en fuera de juego al adelantar la línea defensiva; en vez de esperar a ver lo que hacía el rival, protagonizaban el juego y tomaban la iniciativa; en vez de marcar un gol y defenderlo, buscaban más anotaciones. Aquel AC Milán arriesgó, ganó y dejó huella en millones de aficionados al futbol. Entre ellos estaba Kobe Bean Bryant, niño de padre estadounidense, Joe Bryant, quien por ese entonces jugaba baloncesto en la Liga italiana. Lo emocionó tanto esa escuadra que llegó a plantearse jugar al futbol cuando fuera adulto. Y aunque al final escogió el basquetbol, la huella y revolución de Kobe en ese deporte fue igual o más perdurable que el equipo “rossonero” de los ochenta en el balompié. Hasta en las familias hay discordancias por las rivalidades del futbol. Mientras su padre se hizo amigo del alemán Lothar Matthaus, quien jugaba en el Inter de Milán, y por extensión se volvió “neroazurri”, Kobe decidió ser “rossonero”. II “Cuando Barcelona vino a Los Ángeles mucho tiempo atrás, estaba hablando con Ronaldinho, amigo mío, y me dice ‘te voy a presentar al jugador que va a ser el mejor de todos los tiempos’. ‘¡Pero tú eres el mejor jugador!, le dije. ‘No, él será el mejor’, me respondió”. Así fue como Kobe Bryant conoció al argentino Lionel Messi, entonces un adolescente de 17 años de edad, con quien tiempo después tuvo una relación de respeto y admiración mutua, si bien no cercana por las distancias entre Barcelona y Los Ángeles, sobre todo tras coincidir en los Juegos Olímpicos de Beijing 2008 (ambos ganaron medalla de oro) y grabar juntos un comercial para la aerolínea Turkish Airlines. “Como personas, por cómo hablamos, somos diferentes. Él es muy reservado, pero por el amor que sentimos en el deporte somos iguales. Nos obsesiona lo que hacemos”, comentó Kobe sobre Messi. A mediados de 2007, un tipo de cabeza rapada y gafas oscuras bajó de su coche negro y pidió permiso para ver un entrenamiento del Barcelona. Pese a su origen extranjero, hablaba un español algo atropellado, pero entendible. ¿Quién era aquella persona que parecía disponer de atribuciones especiales para hacer aquella petición? “Aquí hay uno que dice que es Kobe Bryant y quiere entrar”, avisaron los empleados encargados del acceso del estadio Camp Nou. III Con los héroes más cercanos y admirados, el ritual de la muerte tiene un gran valor simbólico, porque también descansa el que tuvo valor cuando todos los demás tenían miedo, el que creó cuando todos los demás repetían y copiaban, el que construyó mientras los demás destruían, el que emocionó cuando todos los demás aburrían. Porque en su vida hemos vivido la nuestra y viven todas las otras vidas que aún no son arrojadas al sótano oscuro de lo que dejó de ser, hoy dejamos que nuestro héroe descanse en paz.