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Justicia para Jazz: "No fue suicidio"

Por: Jonathan Lomelí

Justicia para Jazz:

Justicia para Jazz: "No fue suicidio"

El 16 de agosto, la ingeniera tapatía Jazmín Rosales, 41 años, debió llegar a Guadalajara en un vuelo de Los Cabos. Iba a recoger a sus hijos, una menor de 13 y uno de 8, para llevarlos a vivir con ella a Baja California Sur. Pero eso nunca ocurrió.

Jazz fue recogida la madrugada del 7 de agosto por una ambulancia cuando deambulaba cerca de un puente en el libramiento Aeropuerto Internacional de San José del Cabo, a 300 metros de una caseta de cobro.

Jazz murió horas después en el hospital por un “traumatismo craneoencefálico severo”, según un comunicado de la Procuraduría General de Justicia de Baja California Sur.

Ese mismo día, Daniel de la Rosa, procurador sudcaliforniano, dijo a medios que indagaban las causas de “la privación de la vida de esta joven mujer”. Luis y Octavio, hermanos de Jazz, acudieron a San José del Cabo. La procuraduría les informó que indagaban el caso, pero no les permitieron ver el cuerpo de Jazz ni acceder a la carpeta de investigación, el parte médico y el resultado de la autopsia.

Tampoco los dejaron entrar a la casa de su hermana en donde había “vidrios rotos” y sangre, pero sin “señales de violencia”(?), según el Ministerio Público.

El pasado 20 de agosto, la procuraduría informó vía comunicado, sin enterar antes a la familia, que cerraba el caso tras concluir que la muerte de Jazz se debió a un “traumatismo craneoencefálico severo, provocado al arrojarse del puente”.

Hay un vacío entre la noche previa a la muerte de Jazz y la madrugada en que apareció herida en la carretera. Hasta hoy la familia carece de acceso a la carpeta de investigación SJC/2481/2024 para saber qué ocurrió. Ya interpusieron una queja ante derechos humanos.

Según un video, Jazz llegó a su casa la noche previa y estuvo una media hora adentro del auto en una llamada. Sin embargo, extrañamente no hay grabaciones cuando sale de la vivienda (o es sacada) en la madrugada.

En el puente de cinco metros de donde supuestamente se arrojó para suicidarse también hay videocámaras, pero los hermanos refirieron que Cristian Damián Espinoza, Ministerio Público, señaló que no servían. Solicité una entrevista a la procuraduría, pero no obtuve respuesta. Las grabaciones, el parte de lesiones y la autopsia son claves.

El MP también dijo a los hermanos que el carro de Jazz estaba cerca de donde la hallaron y había manchas de sangre en el barandal del puente, lo cual indica que la mujer iba herida.

La hipótesis del suicidio resulta inverosímil para la familia. Jazz carecía de antecedentes depresivos. Era de las pocas mujeres ingenieras verificadoras de instalaciones eléctricas en el país. Tenía tres años que se había mudado a Los Cabos en busca de independencia económica y un mejor futuro para sus hijos.

¿Por qué una mujer que luchó tanto se quitaría la vida a una semana de volar al lado de sus hijos?

Su familia y amigos realizaron ayer una concentración pública en Guadalajara para exigir justicia bajo la consigna: “No fue suicidio, fue feminicidio”. La procuraduría sudcaliforniana debe informar a la familia y despejar toda duda sobre el caso.

En un país en donde las mujeres se prenden fuego solas, se caen a cisternas solas, se suicidan a golpes solas, se ahorcan solas, ayer una niña de 13 años se enteró que Jazz no murió en un “accidente”, como le dijeron al principio. Cargaba un cartel con la leyenda: “Hoy lucho por mi mamá”.

Justicia para Jazz.

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