Jueves, 21 de Noviembre 2024

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Juanitas naranjas

Por: Diego Petersen

Juanitas naranjas

Juanitas naranjas

Nunca el Ayuntamiento de Guadalajara había sido tan poco importante. Este fin de semana hubo cambio de presidente municipal, merced de las grillas internas del gobierno de Movimiento Ciudadano; nadie se enteró, a nadie le llamo la atención, porque nunca como ahora había sido tan poco importante quién preside el cabildo tapatío. Es el resultado de un contexto político nacional y local, pero sobre todo de la forma en que el gobierno municipal se ha borrado a sí mismo. 

Los alcaldes del país y del estado son en general menos importantes en un contexto de un presidente omnipresente y un gobernador al que le gusta ser él y sólo él quien brille en su entorno político. Alfaro eclipsó a Ismael del Toro, un alcalde mejor evaluado en la calle que en la opinión pública, pero que se distinguió más por ser el operador del gobernador que por tener una visión propia para la ciudad. La estela que quedó detrás fue la de un gobierno inercial, una continuación del periodo de Enrique Alfaro. 

Tras la salida del alcalde Ismael del Toro en la búsqueda de la reelección, fue nombrada alcaldesa de Guadalajara Bárbara Lizeth Trigueros Becerra, la primera mujer en 478 años en presidir el cabildo. Parecía en sí misma una buen noticia, pero, como sospechábamos, no fue sino un intento por bajar la presión de los grupos paritaristas que exigían que Movimiento Ciudadano postulara a una mujer en los municipios más poblados del estado, Guadalajara o Zapopan. Como terminaron postulando hombres en ambos municipios (al igual que Morena y que el PAN) quisieron compensar nombrando mujeres como alcaldesas sustitutas. Terminó siendo una actualización, una versión 3.0, de las juanitas, sólo que de color naranja.

El sábado pasado, en una sesión de cabildo que pasó casi inadvertida, la histórica primera alcaldesa de Guadalajara dejó su lugar tras haber pasado por la silla sin pena ni gloria, sin haber tomado decisión alguna. En su lugar entró otro regidor naranja, Eduardo Martínez Lomelí. El cambio nada tiene que ver con un proyecto de ciudad, con una búsqueda de mejores servicios o condiciones de vida para los tapatíos en los siete meses que faltan de la administración (casi el 20 por ciento del tiempo para el que fueron electos), sino simple y llanamente con la capacidad de operación política del nuevo alcalde de cara a la elección de junio.

No es la primera vez que hay interinatos en las alcaldías de Guadalajara. Por el contrario, lo extraño es que terminen sus periodos; de los últimos nueve alcaldes electos sólo tres lo han hecho (César Coll, Fernando Garza y Ramiro Hernández). Lo tristemente novedoso es lo intrascendente que se volvió la posición; lo que fuera hace apenas unos años la alcaldía más importante del país quedó reducida a una maquinaria de operación electoral y la histórica primera alcaldesa es una simulación sobre la paridad de género. 

diego.petersen@informador.com.mx

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