La verdadera batalla en torno a la Revocación comienza este lunes, un día después de celebrarse. Los resultados necesariamente serán polémicos. Por un lado, se da por descontado que el respaldo a Andrés Manuel López Obrador será abrumador. Primero, porque mantiene niveles de aprobación mayoritarios entre los mexicanos; segundo, porque la oposición convocó a abstenerse de acudir a las urnas este domingo, con lo cual quedará sub representada la proporción que habría votado en contra de AMLO; y tercero, porque los obradoristas tendrían más capacidad de motivar a los suyos a presentarse a una casilla, que los de la oposición a convencer a los propios a dedicar el domingo a hacer colas en alguna urna distante.Pero, por otro lado, también sabíamos que la cifra de afluencia sería modesta. La consulta anterior, relativa a llevar a juicio a los ex presidentes, no alcanzó un 8% del padrón existente. Y si bien se espera una mayor participación ahora, para muchos votantes carecerá de motivación este ejercicio, porque el resultado que se anticipa es ampliamente favorable a López Obrador. En ese sentido, tanto los que lo aprueban como los que lo reprueban entienden que, para efectos jurídicos o vinculantes, no se está jugando “nada” por así decirlo, excepto en la arena de los símbolos y las batallas discursivas. Y por lo demás, la fecha al inicio de vacaciones y la escasa red de casillas puestas a disposición por el INE, alrededor de un tercio de lo habitual, serán un factor adicional para desanimar a muchos de los potenciales votantes.El hecho es que el ejercicio de Revocación ofrecerá dos cifras, una para cada bando en que se ha polarizado el espectro político y social. Una cifra será el porcentaje que votó por “la ratificación” de AMLO, que bien podría superar un 80% de los que acudan este domingo; los obradoristas más apasionados afirman que podría llegar a 90%.Podemos asumir que la oposición desdeñará estos porcentajes y se concentrará en la otra cifra: el bajo porcentaje de participación. Los sondeos de hace algunas semanas indicaban que la afluencia podría situarse entre 9 y 17 por ciento del universo potencial, es decir escenarios muy distantes del 40% que exige la ley para que el resultado tenga un efecto legal. Pero no es un secreto el enorme esfuerzo que el gobierno de la 4T hizo para promover la participación popular este domingo. Se afirma, sin poder ser verificado, que el presidente no aceptará de sus colaboradores un resultado que sea inferior a 20% de afluencia; algunos de los gobernadores de Morena apuestan a colgarse una medalla superando el 25%. Tratándose de un ejercicio inédito, imposible saber cuánto hay de cálculos firmes y cuánto de esperanzas peregrinas. Lo sabremos pronto.Pero al margen de los números finales, podemos dar por descontado que la batalla narrativa se polarizará en estas dos cifras. Los obradoristas hablarán exclusivamente de la votación a favor de AMLO y la interpretarán y festinarán como el reflejo cuantitativo de los niveles de aprobación popular del presidente, poco menos que un récord mundial. La oposición, en cambio, desdeñará esas declaraciones y argumentará que se trata de un corte parcial y distorsionado de la realidad, a partir de la escasa proporción de mexicanos que acudieron “movilizados” por el Estado.Este debate verbal es comprensible y, hasta cierto punto, inofensivo. Carece de mayores consecuencias salvo en términos simbólicos, pero como muchos otros temas polarizantes (sea la reforma eléctrica, el Tren Maya o el aeropuerto), terminará convertido en un capítulo más de los muchos que no dejan otro saldo que profundizar la división de los que quieren a AMLO y los que lo odian.Sin embargo, hay otro debate que podría desencadenar la Revocación de mandato, que no tiene nada de inofensivo. Por el lado del obradorismo, la secuela política y jurídica que derive de su reiterado cuestionamiento al INE, recrudecido a raíz de este ejercicio. La cifra final de afluencia probablemente matizará a favor o en contra el deseo de López Obrador de llevar o no sus agravios hasta las últimas consecuencias. En caso de un porcentaje de participación muy por debajo de las expectativas de la 4T, los errores y/o escaso interés de las autoridades electorales serán convertidos en la explicación de fondo. En tal caso, podemos esperar una intensa campaña del presidente para deponer a Lorenzo Córdova y a Ciro Murayama, los dos consejeros ciudadanos con los que reiteradamente ha chocado, además de la concreción de un proyecto radical de modificación del INE, apenas esbozado en alguna mañanera.Pero es probable que la oposición también esté dispuesta a afrontar la batalla post revocación con algo más que frases y municiones de salva. Autoridades federales y estatales cometieron irregularidades en su afán de compensar el desinterés que el INE mostró en la promoción y organización de la Revocación. Y es cierto que las normas eran particularmente estrictas, pues se partió del criterio de limitar la participación del gobierno en un ejercicio ciudadano en el que se intenta valorar a ese gobierno. Si bien tiene lógica, el presidente se sintió rehén de una situación en la que el INE, en lugar de promover su iniciativa, a su juicio la obstaculizaba e intentaba mantenerlo cruzado de brazos. Como sabemos, el obradorismo no aceptó la inmovilidad.El resultado es que la oposición se dice dispuesta a llevar a tribunales los excesos cometidos por algunos funcionarios e incluso a elevar el caso a instancias internacionales. No está claro el alcance real que podría tener esta querella, pero podría poner en apuros las esperanzas políticas de algunos de los personajes más expuestos en la promoción (léase Adán Augusto López, secretario de Gobernación, a quien se le atribuían posibilidades presidenciales, pero podría no ser el único).La batalla por los números será ruidosa y llamativa. La que verdaderamente importa será la otra, la que tiene en la mira al INE, por un lado, y a algunos dirigentes obradoristas por el otro. Veremos.www.jorgezepeda.net