Lo que está sucediendo en Chiapas con la expulsión de la población de comunidades completas por parte de los criminales o las acusaciones de Trump sobre el narcoestado fuera de control que constituye México y, por ende, la necesidad de una intervención directa, revelan el tamaño de la crisis. Pueden pensarse paliativos de las dos alarmantes noticias, es cierto. En Chiapas se trata de pequeñas localidades y en algunas de ellas la violencia es una versión descompuesta de las viejas rencillas por tierras y bosques, potenciadas ahora por los narcos. Y lo de Trump, es Trump; un candidato en una campaña circense cargada de palabrería insustancial. Pero el impacto mediático de estos temas toma credibilidad en el contexto de una estadística roja que alimenta el temor y la exasperación de los ciudadanos por el efecto acumulado de tantas décadas de vulnerabilidad.Puede tener razón López Obrador cuando afirma que el número de asesinatos ha descendido alrededor de un 20% respecto al país que recibió o que los secuestros son menos que la mitad. Pero, del otro lado, hay muchas evidencias de que la extorsión y los asaltos a carreteras se han acentuado; y sobre todo queda la sensación de que el control de los territorios por parte de las bandas criminales se ha hecho absoluto en algunos bolsones de la geografía nacional. En partes del sureste se ha retrocedido, en Guanajuato y Morelos también; en actividades como aguacate o el limón el crimen organizado se ha consolidado como un nuevo agente económico.Más allá de los aciertos y desaciertos de la 4T en materia de seguridad pública, es evidente que se trata de una de las prioridades para los ciudadanos. Pensar en el desarrollo de muchas regiones y atraer cuantiosas inversiones es impensable sin un ambiente de paz y seguridad que hoy no existe.No se trata de un fracaso de la 4T sino del Estado mexicano a lo largo de décadas. El problema es que seguir “pateando el bote” hacia adelante y sin resolverlo, pasa una factura cada vez más costosa por la sofisticación que adquieren los criminales, el control al que someten a las regiones, su intervención en los comicios, un poderoso vecino exasperado y la presión de los ciudadanos por el efecto acumulado de tantos años de inseguridad. En suma, la factura política y económica que ahora recibiría Claudia Sheinbaum en caso de seguir pateando ese bote es más alta que la de sus predecesores.¿Cuál es el panorama que afronta para intentar responder a este desafío? Primero, un antecedente clave. Sheinbaum recibe el gobierno con un activo que no tuvieron sus antecesores: una Guardia Nacional de 130 mil elementos y varios cientos de cuarteles distribuidos a lo largo de todo el país. Se trata de una infraestructura que requirió de cinco años y un ingente presupuesto.En más de una ocasión he descrito la estrategia de pinzas, o de dos ejes, que intentó López Obrador a lo largo de su sexenio, aunque no haya querido describirla así. Por un lado, al percatarse de que el Estado mexicano simplemente no tenía la capacidad de fuego para enfrentarse al crimen organizado, ni el despliegue necesario para recuperar los territorios perdidos, decidió construir la infraestructura para que su sucesor tuviera al menos la fuerza para responder a ese desafío: una red logística de 520 cuarteles y 170 mil elementos desplegados con entrenamiento militar. Es un esfuerzo aún inconcluso pero muy avanzado.La otra parte de la pinza consistió en una tregua para ganar tiempo, la famosa cruzada “de abrazos no balazos”. Una optimista convocatoria a los criminales para que se limitaran a los “territorios” conquistados y no siguieran avanzando, mientras construía el Ejército para combatirlos, por así decirlo. La GN iría desplegándose, pero sin combatir (hasta que estuviera completa), con la esperanza de que su mera presencia inhibiera a los criminales. Hoy está claro que no funcionó y que el adversario aprovechó el impasse para crecer.No obstante, habría que reconocer que, una vez completado, el proyecto de la GN es una opción que permitiría al Estado mexicano emprender, por vez primera, “la ofensiva” con ciertas posibilidades de éxito, hablando estrictamente en términos de capacidad de fuego. La pregunta de fondo es saber si, para la estrategia que Claudia está pensando, todo esto es de ayuda o todo lo contrario.Como es sabido, Sheinbaum privilegió otro enfoque durante su gestión como jefa de gobierno en la capital. Instrumentado a través de Omar García Harfuch, criminalista profesional y poco afecta a la solución militarista que favoreció el Presidente, optó por una estrategia policiaca, de inteligencia en la investigación, de uso de tecnología. El nombramiento de Harfuch como futuro responsable de la Seguridad Pública, apuntaría a la continuación de esa línea los próximos seis años. Habría que recordar el silencio que durante toda la campaña guardó Claudia sobre la iniciativa de López Obrador de colocar a la GN bajo la tutela formal del ejército. Una iniciativa que requiere mayoría constitucional y, en principio, fue rechazada por el Congreso. Con la nueva mayoría calificada que adquirieron Morena y sus aliados, a partir de septiembre el gobierno de la 4T podría imponerla sin problema. Pero no estaba claro que Sheinbaum fuera a impulsar esta medida una vez que tomara posesión. Fue hasta ahora, en el contexto de las giras al lado de López Obrador, y ya como presidenta electa, que decidió anunciar su apoyo a esta iniciativa del mandatario. ¿Negociación, acto de cortesía, petición presidencial, cambio de convicción? Vaya usted a saber. Sea una cosa u otra lo sabremos hasta dentro de unos meses.Lo único claro es que Sheinbaum mantendrá la parte de la estrategia que busca combatir las causas y en eso tiene plena coincidencia con López Obrador: crear oportunidades para los jóvenes, impulso de zonas deprimidas, campaña de prevención al consumo de drogas, apoyo a madres solteras y otra batería de medidas. Pero, obviamente, se trata de soluciones de impacto de largo plazo.Para el corto y mediano necesitará resultados mucho más palpables de cara a la impaciencia interna y externa que crece. Hay una cuenta regresiva que nos acerca lentamente al punto en el que los Bukeles y otras versiones de mano dura comiencen a ser irresistibles para muchos votantes. Esperemos que el segundo piso de la 4T tenga respuestas antes de llegar a eso.