Las convicciones pueden ser las mismas o muy similares entre el presidente que se va y la presidenta que llega. Uno es el líder del movimiento que fundaron juntos, la otra la segunda en importancia y sucesora por derecho propio. Pero los estilos personales de gobernar son notoriamente distintos. Y no es poca cosa para los destinos de un país, como tuvo a bien mostrar Daniel Cosío Villegas hace ya muchas décadas. ¿Cuánto pesarán tales diferencias? Probablemente mucho.Si el hombre o la mujer es “su circunstancia”, como decía Ortega y Gasset, hablaríamos de realidades muy distintas. López Obrador procede del Tabasco rural, de un medio con fuerte influencia campirana y tradicional, en el que la política giraba en torno al PRI, una vida transcurrida en la oposición, con frecuencia victimizado por el sistema. Sheinbaum proviene de un entorno intelectual universitario de clase media, cosmopolita, moderno y esencialmente urbano, y el referente político en el que creció fue la izquierda y la crítica al PRI. El motor de ambos es la lucha por una sociedad más justa para los marginados y dejados atrás, pero con matices importantes. La agenda de López Obrador privilegia esencialmente los agravios de ese México profundo, las urgencias de los sectores populares. La agenda de Sheinbaum incorpora las reivindicaciones de una izquierda más moderna, que incluye también a los otros marginados, los temas de género, el medio ambiente. Otra vez, no son excluyentes, pero sí hay notorios énfasis.La otra gran diferencia en lo que podría ser el estilo de gobernar de cada uno remite a temas de carácter, de personalidad. También son muy distintos. López Obrador parece estar hecho para la arena pública. Predicador, guía, orador carismático y emotivo, mediático y dicharachero, constructor de expectativas y esperanzas. Sheinbaum ha mejorado en estos temas tras la experiencia de la larga campaña, pero claramente no es su fuerte. Mientras que López Obrador es el líder opositor perfecto (de alguna manera lo siguió siendo como presidente), Sheinbaum es probablemente el mejor cuadro que tiene México en la alta administración pública. Una CEO de la cosa pública y con conciencia social. Izquierda con Excel, lo he descrito en otros textos.En alguna ocasión, interrogada sobre su principal característica como funcionaria pública, se describió como alguien que toma decisiones a partir de los datos; prácticamente una definición de lo que es el pensamiento racional. López Obrador toma tales decisiones preferentemente a partir de sus convicciones políticas y sociales. Desde luego, hablo de matices, porque no se trata de posiciones excluyentes. El presidente podrá ser un idealista, pero ningún político conoce mejor el territorio y a sus habitantes como él. Son convicciones que parten y se nutren del conocimiento profundo de esa realidad. De igual forma, la presidenta podrá ser un cuadro profesional excepcional de la administración pública, pero lo es a partir de su deseo de hacer una diferencia a favor de una sociedad más justa, sana e igualitaria.Tras seis años en el poder, hemos sido testigos de la manera en que las características de López Obrador se han convertido en un estilo personal de gobernar. ¿Cómo será el de Claudia Sheinbaum? ¿Cuán eficaz, rigurosa, tolerante, autocrítica será su gestión?Su amiga y asesora Diana Alarcón le ha preguntado por qué se somete “a esto tan duro de la política”. Y siempre le responde lo mismo: “Por responsabilidad, porque es lo que toca”. Para alguien como ella, entrar a la política no fue una elección en búsqueda de poder o un patrimonio, sino por una convicción y el deber ser. “Por eso es que la gente ve que puede confiar en ella, que no va a robar, que hará lo mejor que puede; porque ella no busca el poder por el poder, sino porque tiene un sentido de responsabilidad frente a su sociedad”, señala Alarcón en una nota del corresponsal de la BBC. “Es tímida, por eso puede pasar por seria, pero una vez te sientas con ella es cálida, chistosa y empática”.Según una decena de voces recogidas por Zedryk Raziel, publicadas en el diario El País, entre amigos personales, colaboradores, biógrafos y un político con el que durante años tuvo una tensa relación, “en la toma de decisiones, hace acopio de los datos que le aporta su equipo, escucha con atención, y solo hasta después resuelve, sin precipitarse: se puede debatir con ella, y ella puede cambiar de postura, pero cuando toma una determinación, lo hace con firmeza; perfeccionista como es, delega tareas en sus colaboradores, pero da seguimiento a su trabajo y lo supervisa hasta el final; es reflexiva, se toma el tiempo para responder; puntualiza pero debate con respeto, no somete a las personas a su alrededor. Como adversaria, es generosa y no guarda rencor; cuando traspasa la barrera de lo estrictamente profesional en su círculo de trabajo, muestra calidez, preocupación por los otros y se entrega a los abrazos y el humor”.En el mismo texto, Arturo Chávez, amigo de Sheinbaum de la época universitaria y que ha colaborado en su cuarto de guerra, señala que “es una mujer perfeccionista. Yo le he organizado varios eventos. Todo el mundo me felicita, pero ella me habla para decirme cuáles son los errores del evento: ‘Oye, faltó esto, no organizaste esto, este detalle se te fue’. Te habla inmediatamente y te lo dice. Tú no los viste, ella sí los vio. Tiene una capacidad para escanear. Tú obsérvala en un evento público. Ella escanea todo. Y al final te lo dice, para que el siguiente evento salga mejor”.Renata Turrent, quien formó parte de la campaña de la morenista, afirma: “Chiquita, flaquita como la ves, nada más de pura presencia, con el lenguaje corporal, causa muchísima autoridad, porque es muy seria, muy reflexiva. He visto discusiones donde hay personas con opiniones distintas, pero nunca me ha tocado ver que alguien dispute su autoridad. Siempre hay muchísimo respeto a su investidura por parte de todos sus colaboradores, y eso se construye, esa legitimidad no es gratuita, ella se la ha ganado”, añade.“Es perfectamente compatible ser una persona implacable, en términos de claridad de lo que se tiene que hacer, y, al mismo tiempo, ser una persona muy cálida”, finaliza Pepe Merino, colaborador desde hace años y titular de lo que será la Nueva Agencia de Transformación Digital.En fin, quizá no esté del todo claro el estilo de gobernar que tendrá la presidenta. Pero todas las señales indican que será muy distinto al de su antecesor.