La renuncia de Lázaro Cárdenas Batel como jefe de asesores de la Presidencia provocó morbosos e irresistibles comentarios sobre la posible ruptura entre el obradorismo y el cardenismo, cuya relación ha pasado por varios momentos de tensión en los últimos años. La salida de Palacio Nacional del nieto del general e hijo del fundador del movimiento que dio lugar al propio obradorismo, fue interpretado como el último clavo en el ataúd de la relación entre ambas corrientes.Pero las cosas nunca son planas o unívocas con Andrés Manuel López Obrador. Casi simultáneamente, en la mañanera de este viernes, el Presidente puso en movimiento pronunciamientos en dirección contraria: “Estoy tranquilo porque hay relevo generacional, yo me voy y me dedico a leer y a escribir, a hablar con los árboles, con las guacamayas, estoy tranquilo, el movimiento va hacia adelante, y nadie es insustituible, no hay que tenerle mucho apego ni al poder ni al dinero. Lázaro tiene posibilidad, Marcelo tiene posibilidad, tiene posibilidad Claudia, tiene posibilidad alguien que tengo aquí cerca -Adán-, Monreal también”.Una declaración que, lejos de confirmar ruptura alguna, otorga al último de los Cárdenas el bien más preciado al que pueda aspirar cualquier político en funciones: ser incluido por el líder del movimiento en la selecta lista de posibles sucesores.¿Hasta qué punto esta mención significa algo? ¿Lo convierte en verdad en un contendiente o es un mero gesto simbólico para atajar los rumores de desavenencias? Revisemos. El Presidente pocas veces ha mencionado a otras corcholatas que no sean sus tres mosqueteros: Claudia Sheinbaum, Marcelo Ebrard y Adán Augusto López. Muy al principio, en septiembre de 2021, mencionó a los dos primeros en una lista que incluyó a Tatiana Clouthier, Esteban Moctezuma, Rocío Nahle y Juan Ramón de la Fuente. Pero la opinión pública sólo “escuchó” los nombres de Claudia y Marcelo, el resto fueron considerados acompañantes de bulto. Quizá por ello se vio obligado a incorporar a un tercero, su secretario de Gobernación, para impedir el excesivo desgaste y confrontación del fuego amigo y enemigo entre sus dos punteros. Desde entonces, ocasionalmente ha mencionado a Ricardo Monreal y alguna vez a Rosa Icela Rodríguez.Desde luego que la inclusión en esta lista no asegura que el Presidente asuma que los mencionados tengan una oportunidad. En el caso de Nahle y de Rosa Icela, por ejemplo, la distinción parecía estar encaminada a fortalecer las aspiraciones de la primera para ser gobernadora de Veracruz y la segunda de la Ciudad de México.Justo por esto último, algunos perciben que la incorporación de Lázaro Cárdenas en la lista de sucesores es demasiado tardía para tener alguna oportunidad, pero constituye una plataforma de lanzamiento para el otro gran trofeo en disputa: la jefatura de Gobierno de la capital.No es una tesis descabellada. A diferencia de la elección presidencial, que Morena contempla con suficiente holgura, la de la Ciudad de México se prevé mucho más competida. Las elecciones intermedias en 2021, en las que el partido oficial perdió 9 de 16 delegaciones, confirman tal peligro. Y para desgracia del obradorismo, la caballada para esta carrera es flaca, comparada con la nacional, en la que Claudia o Marcelo puntean muy por encima de los débiles aspirantes de la oposición. De las tres precandidatas por las que se inclina el presidente en este momento, Clara Brugada, Ariadna Montiel y, en menor medida, Rosa Icela, solo la primera es competitiva según las encuestas de intención de voto. El mejor colocado en estos sondeos es el secretario de Seguridad de la Ciudad, Omar García Harfuch, quien no es precisamente santo de la devoción del líder.Lázaro Cárdenas podría resolver tal riesgo. Por un lado, sería el contendiente al Gobierno de la Ciudad con mayor experiencia: diputado federal, senador, gobernador de Michoacán, jefe de asesores del presidente durante cuatro años. Por otro, y más importante, lleva en el nombre un capital político de enormes resonancias. Con mucho menos que eso, y solo eso, Luis Donaldo Colosio Rojas es presidente municipal de Monterrey.Ahora bien, las dos competencias, por la Presidencia y por la capital, en este momento no son excluyentes. Ricardo Monreal ha sabido todo el tiempo que no tiene oportunidad de alcanzar a Claudia o a Marcelo en popularidad y mucho menos en el aprecio del Presidente. Pero confía en un buen desempeño en el primer filtro, que tendrá lugar en agosto o septiembre, para negociar la candidatura capitalina. ¿Por qué? En noviembre será la encuesta definitiva entre los cuatro punteros que libren el primer filtro en sus aspiraciones presidenciales. Si Monreal se queda, divide el voto que favorecería a Marcelo; si logra su pase pero no participa en la final, perjudica a Claudia porque su lugar sería ocupado por otro obradorista que, sean pocos o muchos, restaría votos a la candidata.En todo esto hay una lógica que razonablemente entra en el cálculo político, algo en lo que López Obrador es un maestro. Lázaro Cárdenas puede ser la carta para asegurar el triunfo en la capital. Interrogado al respecto, este sábado mencionó que no se lo ha planteado, pero esto apenas comienza. Sin embargo, hay una variable suelta, difícil de predecir. La sola mención de Lázaro obligará a las casas encuestadoras a incluir su nombre en los próximos sondeos sobre preferencia en materia de precandidatos presidenciales. El impacto que pueda provocar Cárdenas es un albur (salvo que Palacio Nacional lo haya medido de manera confidencial previamente). Una calificación significativa podría testear el tablero y abrir apetitos y tentaciones.A menos, claro, que el camino haya sido ya pactado y sentenciado. El 1 de octubre de 2024, cuando el próximo presidente tome posesión, Cárdenas tendrá 60 años cumplidos. En 2030 tendría 66 años y, aunque en tal caso sería el presidente mexicano con mayor edad al tomar las riendas del poder, comparado con los ancianos que se disputan la Casa Blanca sería “un muchacho”. Una poderosa carta para garantizar a la 4T una tercera temporada, un verdadero proyecto transexenal.Por lo pronto, se va a la Celac, Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, un organismo creado en 2010, que en los últimos años los presidentes de la nueva ola progresista del continente querrían utilizar para ganar terreno a la OEA.Lo cierto es que, contra lo que algunos ven como un exilio disfrazado o una expulsión de Palacio, los astros del heredero del cardenismo parecen alinearse en prometedoras alternativas: contendiente presidencial, próximo canciller o gobernador de la capital y automático precandidato para 2030. Nada mal para quien hasta hace unas semanas ocupaba un oscuro puesto, deliberadamente ocultado por el presidente de todo reflector, de todo protagonismo. ¿El as bajo la manga? Veremos.