Sábado, 23 de Noviembre 2024

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Cuidar al Ejército, no solaparlo

Por: Jorge Zepeda Patterson

Cuidar al Ejército, no solaparlo

Cuidar al Ejército, no solaparlo

“En los últimos días han surgido evidencias de que miembros del ejército mexicano espiaron e intervinieron ilegalmente teléfonos de periodistas y activistas de derechos humanos. Raymundo Ramos, uno de ellos, dirige el Comité de Derechos Humanos de Nuevo Laredo, y como tal cuestionó la desaparición de jóvenes que habían sido detenidos por militares.

Confrontado con este hecho, el viernes pasado el presidente Andrés Manuel López Obrador prefirió minimizar tales señalamientos. Entre otras cosas afirmó que no se trataba de espionaje sino de tareas de inteligencia (un eufemismo que en este caso designa a lo mismo); optó por no reconocer que el ejército ha utilizado el programa Pegasus cuando hay evidencia contable de la adquisición de este software y existen filtraciones de archivos militares que dan cuenta de reportes que describen tal espionaje. Preocupante porque se trataría de actos de vigilancia ilegal a personas que no son criminales ni constituyen un peligro para la seguridad nacional.

A diferencia de muchos de los críticos, yo no descarto el uso de las fuerzas armadas como posibilidad de responder al enorme poder que han adquirido cárteles y bandas criminales. Es un camino peligroso, pero a estas alturas parecería que la capacidad de fuego y control territorial de los sicarios ha desbordado la posibilidad de los organismos policiacos con los que contamos. Hay millones de mexicanos sujetos a una violencia insoportable desencadenada por los cárteles y sería irresponsable no hacer nada al respecto, con el pretexto de que algún día tendremos la policía que se necesita.

Pero justamente, al recurrir a esa solución extrema que supone utilizar fuerzas armadas que están acostumbradas a atacar y contener, no a hacer investigación policiaca, es que tendríamos que redoblar esfuerzos para limitar los riesgos que supone el hecho de poner a los soldados a encarar a la población civil. Querámoslo o no, hay que asumir que la delincuencia no es un ejército que pueda enfrentarse en el campo de batalla, sino que se encuentra subsumida entre la población. Y en efecto, coincidiría con el presidente, es mejor que haya trabajo de inteligencia (infiltración y espionaje) que el uso de violencia arbitraria.

El tema es cómo asegurarnos de que las atribuciones para hacer espionaje sobre los ciudadanos no se conviertan en un instrumento ilegal y autoritario. Hay procedimientos legales a los que tendrían que estar sujetos los militares de cara a estas nuevas tareas. Una organización con 300 mil elementos no puede ser perfecta. Hay y seguirá habiendo incidentes de corrupción, violaciones a la ley y actos de autoritarismo. Podemos dar por descontada la tentación que experimentarán algunos oficiales para ponerse a monitorear a periodistas y activistas de derechos humanos que critican sus excesos. Todo indica que ya está sucediendo. Las fuerzas armadas suelen ser opacas, reacias a ventilar fallas o procedimientos, y siempre prestas a argumentar razones de “seguridad nacional” para justificar su hermetismo frente a la opinión pública. Eso es aquí y en China, algo consustancial a las instituciones militares. 

No es motivo de escándalo, pero sí de conciencia. Si el gobierno de la 4T ha decidido que las fuerzas armadas sean un actor clave en la administración pública y que participen en la lucha contra el crimen organizado en contacto directo con la población, es su responsabilidad hacer frente a los riesgos que esto conlleva. Negar su existencia cuando ocurren solo aumenta las preocupaciones sobre los daños que resultan de la intervención del ejército en asuntos civiles.

Reconocer que algunos miembros del ejército cometen errores no significa desacreditar a las fuerzas armadas en su totalidad. Por el contrario, el presidente López Obrador ha pedido que confiemos en ellas, por lo que él debería estar más comprometido en señalar y eliminar cualquier exceso que ocurra. En lugar de eso, su respuesta ha sido negar o minimizar estos hechos, simplemente para no darle “armas” a sus oponentes. Sin embargo, al responder de esta manera, corre el riesgo de legitimar comportamientos violatorios por parte de algunos miembros del ejército en contra del derecho de los ciudadanos a expresar su opinión o defender causas en las que creen.

La mejor manera de no dar “armas” a los adversarios es extirpar las malas acciones de los oficiales, reconocerlas, combatirlas y establecer procedimientos para evitarlas. El presidente ha asumido la enorme carga de responder a las críticas en contra de su gobierno, la mayoría de las cuales son producto de la mala intención de sus oponentes y buscan dañar su imagen. En esta tarea, López Obrador ha sido muy eficaz para aclarar confusiones, mostrar exageraciones y transparentar calumnias. Pero una vez que se ha involucrado en esta tarea, cualquier crítica se rechaza, niega o se juzga como una invención de los conservadores. El problema es que en ocasiones como esta, cuando se cuestiona el comportamiento del ejército, documentado y demostrado, el gobierno tendría que dar una respuesta responsable, especialmente cuando se presenta como un gobierno republicano, democrático y a favor de los desprotegidos.

El presidente tiene razón cuando habla de la institucionalidad de las fuerzas armadas y su compromiso histórico con el pueblo mexicano, así como en el hecho de que la población valora su trabajo y es una de las instituciones públicas con mayor reconocimiento y legitimidad entre los mexicanos. Sin embargo, es importante garantizar que siga siendo así. Habrá oficiales que abusen de su enorme poder y protagonismo, así como de las atribuciones y recursos que esto conlleva, y se sentirán protegidos por la naturaleza hermética de las instituciones militares. Es tarea del ejecutivo velar por ambos: el buen comportamiento de las fuerzas armadas en estas nuevas tareas y la seguridad y respeto a la población. Negar, minimizar o encubrir los excesos cuando ocurren, como parece ser el caso, es contrario a lo que se necesita. Solo espero que la negación pública del presidente sea solo una postura y que en privado tome medidas para evitar que estas violaciones sigan ocurriendo.

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