Martes, 26 de Noviembre 2024

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Joe Biden y Marcelo Ebrard

Por: Luis Ernesto Salomón

Joe Biden y Marcelo Ebrard

Joe Biden y Marcelo Ebrard

En las últimas semanas, las alarmas se han encendido en ámbitos diplomáticos en Washington y en la Ciudad de México. La forma de entender y abordar la agenda de seguridad y migración entre México y Estados Unidos ha alejado las posiciones. Las diferencias son normales en las relaciones internacionales y más entre naciones tan integradas económicamente y con asimetrías notables; sin embargo, ahora hay urgencia por parte del Gobierno de Estados Unidos por el componente político. 

El próximo año habrá elecciones presidenciales allá y aquí, y las relaciones bilaterales serán objeto de debate. El duro juicio que los republicanos están haciendo respecto a México, y su Gobierno, pretende dañar al presidente Biden a costa de la relación bilateral. La tarea desarrollada por el Canciller Marcelo Ebrard ha sido esencial para mantener la fluidez de la relación gracias a su experiencia probada y al respeto que se ha ganado con todos sus interlocutores, incluyendo al presidente Biden.

Las amenazas de designar a las organizaciones criminales mexicanas como terroristas y justificar supuestas acciones militares para desmantelar los carteles son declaraciones efectistas que buscan establecer en la opinión pública estadounidense la necesidad de actuar de forma más agresiva para presionar a los demócratas si la opinión pública allá asume mayoritariamente esa posición. 

Un amplio grupo de senadores, representantes y gobernadores republicanos lo han dicho abiertamente en todos los tonos, como el senador Graham o el gobernador Abbott, y en el pasado han actuado agresivamente confrontando directamente para ganar simpatías en los sectores conservadores.

Como van las cosas, la campaña electoral, de hecho en marcha allá, tocará necesariamente el tema del fentanilo, el de los carteles mexicanos y la necesidad de forzar soluciones migratorias efectivas con México. Las citas periodísticas sobre estos temas serán cada vez más frecuentes hasta la elección de noviembre de 2024.

El lado mexicano también tiene una agenda electoral y requiere de una narrativa contundente de defensa de la soberanía, enfocado en el combate a la corrupción como su principal legado, ante estos embates efectistas. El Presidente López Obrador ha tomado posición en ese sentido sabiendo que seguramente aquí también será objeto de debate la relación con Estados Unidos en el proceso electoral que culminará con la elección de su sucesor.

Allá la elección se definirá hasta el otoño del próximo año, mientras que aquí, en realidad, aunque la elección es en junio de 2024, la decisión se tomará en este mismo año, cuando se designe al candidato oficialista, quizá hacia el mes de septiembre u octubre. Un año antes de la definición en Estados Unidos, lo que aconseja que quien haga cabeza tenga suficiente solidez discursiva para enfrentar la agitación en las dos campañas electorales. Habrá necesidad de participar en el debate con posiciones contundentes dirigidas al electorado y, al mismo tiempo, mantener responsablemente una agenda de colaboración institucional eficiente que se traduzca en resultados. México necesita transitar esta etapa cuidadosamente. 

Porque es claro que hay diferencias en la forma de concebir el problema del tráfico de drogas y la migración, y por tanto en la forma de abordarlos. México ha dejado clara su oposición a cualquier actuación de hecho en México por parte de las agencias estadounidenses. Es claro para ambas partes, aunque no se reconozca públicamente, que la captura de capos, como el decomiso de drogas, son acciones espectaculares pero que no significan el fin de las organizaciones criminales ni del tráfico de drogas, como ha quedado claro a lo largo de décadas de trabajo conjunto. 

La perspectiva de combatir con inteligencia, información estratégica, decomisar recursos y detener el flujo de armas ilegales a México ha sido la posición institucional que avanza lentamente, pero avanza, gracias a la destreza de Marcelo respaldado por el Presidente. En realidad, hay signos de un amplio esquema de colaboración con una perspectiva de urgencia, como muestran las acciones legislativas, administrativas y las operaciones que se han puesto en marcha en las últimas semanas en ambos lados de la frontera. Pero la sombra de la contaminación política permanece amenazante.

La tensión es real y provoca la necesidad de intensificar las acciones por encima de las narrativas políticas. El próximo Presidente de México tendrá la enorme oportunidad de construir una nueva arquitectura en la relación bilateral, a partir de su designación como candidato, basado en la experiencia de las tensiones continuas. Por el bien de ambas naciones, debemos contribuir para que los procesos políticos culminen con la elección de hombres moderados y progresistas, dejando de lado las opciones radicales. Confiemos en que la cordura impere en ambos lados de la frontera y que las relaciones construidas entre Joe Biden y Marcelo Ebrard fructifiquen con mandatos para ambos, enfocados en profundizar las transformaciones sociales.

luisernestosalomon

@gmail.com

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