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Jesús y Divino

Por: Iván González Vega

Jesús y Divino

Jesús y Divino

Claro y rapidito: no se pierda “Divino Pastor Góngora”, el montaje de La Valentina Teatro que se presenta los viernes de febrero y marzo en el Teatro Experimental de Jalisco. La función es a las 20:00 horas: llegue con tiempo porque se sentará cerca del actor y no se permite comida ni bebida.

“Divino Pastor Góngora” es un texto del dramaturgo mexicano Jaime Chabaud, una obra muy famosa por el montaje que interpretó el actor Carlos Cobos en la Ciudad de México. Es un monólogo que presenta a un actor del siglo XVIII, un viejo pícaro que, tras haber sido adorado por la élite de la Nueva España, ha caído en desgracia por su pasión por las mujeres y sus deslices políticos. Divino está en la cárcel, en medio de una chusma que será su último público: nosotros, los espectadores, testigos del talento de un viejo artista en medio de su terror por que lo ejecuten y un sentido del humor a prueba de inquisidores.

Divino es un personaje precioso, y solo puede ser interpretado por actores que posean una enorme pericia técnica y sepan combinarla con un experimentado sentido del ritmo. Lo mejor del montaje tapatío, dirigido por Circee Rangel, es haber señalado para esa tarea al gran Jesús Hernández, un intérprete tan respetado que ganó el Premio Jalisco de Artes el año pasado, primera vez que un teatrero lo ha conseguido.

Jesús es, precisamente, un maestro de una técnica basada en elementos complejos como fuerza física, acciones inteligentes y uso ejemplar de la voz. Su “Divino” va de un personaje a otro, de una velocidad a otra, sin que sus transiciones distraigan al espectador. Absorbe el humor del texto para que los personajes hagan comedia sin parecer solo ridículos, y el paso de lo festivo a lo patético permite que construya con naturalidad un efecto histriónico que puede ser odiosísimo: el de un hombre que alucina, que se confunde entre lo que debería fingir y lo que sufre de verdad.

Jesús se para en escena con un peso que es excepcional en Guadalajara: cambia los pies para trasladar su cuerpo con calma desde la postura de un grosero alcaide hasta la de una elegante dama. Traslada la espalda y los hombros para que no se descomponga la mirada y de repente está al otro lado del escenario, presentando ahora a un afeminado grotesco. Si da un paso que parezca fuera de tiempo, corrige con un gesto que nos recuerda que su personaje es un maestro de tener atento al público, y recobra el paso sin que el respetable le adivine los trucos. Su arma secreta es una voz que solo puede ser llamada teatral, pero que no llega a sonar afectada. Uno se pregunta si el actor tan entusiasmado es Divino o Jesús; para fines prácticos, podría imaginarse a cualquiera de los dos sin ningún otro elemento sobre el escenario.

“Divino” es uno de esos trabajos que puede reconciliar al teatro de arte tapatío con el público: la calidad es tan evidente que la gente sale contenta. Uno desearía tan solo que esto apareciera con frecuencia en otros espectáculos. El público se merece que más actores aspiren, por lo menos, a igualar este estándar.

agoragdl.com.mx / ivangonzalezvega@gmail.com

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