Martes, 26 de Noviembre 2024

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Jane Dieulafoy

Por: María Palomar

Jane Dieulafoy

Jane Dieulafoy

Desde el siglo XVIII y a lo largo de los siguientes han sido muchas las mujeres que viajaron a los países “exóticos” del mundo islámico y más allá, en África y en Asia. El XIX fue en Europa el siglo del orientalismo y también del colonialismo, con lo cual se abrieron a los viajeros (no tanto a las viajeras) nuevos horizontes. Pero un buen número de esas mujeres no sólo se pasearon o cumplieron sus deberes familiares acompañando a los maridos, sino que también escribieron y en no pocos casos hicieron aportaciones importantes, desde la introducción de las vacunas hasta descubrimientos arqueológicos y en otras ciencias.

Una de las pioneras fue Lady Mary Wortley-Montagu (1689-1762), cuyo marido fue nombrado embajador de Su Majestad Británica ante la Sublime Puerta en 1716. Ella se empeñó en ir con él. Un par de años antes, uno de sus hermanos había muerto a causa de la viruela negra, y ella misma quedó marcada para el resto de sus días, como tantos de sus contemporáneos (aún a mediados del siglo XX, en Guadalajara, había personas “cacarizas” por la viruela). Así que le asombró ver que no había gente con cicatrices de viruela en Constantinopla, y descubrió que vacunaban a los niños e hizo vacunar a los suyos (a escondidas de su marido). Ella introdujo la vacuna en Inglaterra y, no sin tropiezos, logró convencer al Rey y a los médicos. Sus Cartas de la Embajada son un libro maravilloso.

Entre las viajeras científicas y escritoras están los nombres (y los libros) de mujeres como Alexandra David-Néel, la primera que llegó al Tibet, Freya Stark en la península arábiga, Isabelle Eberhardt entre los beduinos y hasta Agatha Christie, que escribió muchas de sus obras acompañando a su marido, el prominente arqueólogo Sir Max Mallowan, en sus excavaciones en Mesopotamia.

En la penúltima década del siglo XIX sobresale la francesa Jane Dieulafoy por sus libros (tanto de ensayo como de ficción) y sus trabajos junto a su marido Marcel en Persia, en la antigua Susa, la capital de Elam y luego del imperio aqueménida. En el Museo del Louvre, la sala Marcel y Jane Dieulafoy contiene los maravillosos frisos de ladrillos policromos vidriados del fastuoso palacio de Darío (522-486 aC), con quien ese imperio llegó a su cenit. Jane fue quien descubrió el célebre friso llamado de los Arqueros.*

Jane Dieulafoy (1851-1916) documentó con fotografías sus viajes y los trabajos en Susa, aprendió farsi, conoció al Shah de Irán y se vestía de hombre para no padecer las ignominias a las que el islam sujeta a las mujeres. (Aunque parece que siempre le gustó vestirse de hombre, pues desde joven obtuvo de las autoridades de París un “permiso de travestismo”. Tal cual: el código Napoleón incluía tal permiso específico, que sólo quedó abrogado en 2013.)
Además de su nutrida obra arqueológica y etnográfica, escribió novelas y teatro, y colaboró con Saint-Saëns como libretista de la ópera Parysatis. Fue muy activa en los círculos mundanos y literarios de París, y acudían a su salón personajes como Anatole France, Salomon Reinach, Pierre Loti y muchos otros.

*https://www.google.com/search?sxsrf=ALeKk02RbDAjb_VBVD0DGWtNrZ_tH0i2Rg:1625342461320&source=univ&tbm=isch&q=Susa+archers&sa=X&ved=2ahUKEwjs0q3A2MfxAhXUk2oFHYU8DsgQjJkEegQIBxAC&biw=1600&bih=789

tapatia55@hotmail.com

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