De acuerdo a las teorías sobre liderazgo, el líder debe tener una propuesta ideal capaz de convencer a sus seguidores, como sería una patria libre, un país próspero, una sociedad de oportunidades para todos, o una nueva transformación que permita superar condiciones inicuas precedentes y abra las puertas del crecimiento y del desarrollo a una nación.Con frecuencia los grandes ideales incluyen propósitos muy personales del líder que pueden o no ir en la línea de sus grandes ideales, propósitos manifiestos o reservados.El presidente Andrés Manuel ha comunicado una y otra vez su gran ideal de transformar a México en un país mejor, lo cual exige un combate serio y definitivo en contra de la corrupción. La propuesta seduce a la sociedad, pero en la sociedad operan diversas fuerzas, la mayoría de las cuales ha estado tanteando al gobierno, indecisas por no saber si va en serio, para prevenirse, o es solamente parte de la mercadotecnia política del presidente en turno. El presidente en turno, si es sagaz, tendrá que dar la impresión de que no va tan en serio, para desarmar posibles golpes, y a la vez ir en serio para no desalentar a la sociedad, tarea descomunal y de difícil pronóstico.Uno de los recursos más evidentes de López Obrador ha sido elegir un discurso todo el tiempo contradictorio, en cuyo análisis se han desgastado hasta el infinito un gran número de periodistas, ideólogos y hasta intelectuales distraídos, como ha estado sucediendo en estos mismos días con motivo del informe presidencial.También ha sido un recurso acudir a la voluntad soberana del pueblo, aunque el pueblo se reduzca en diversas ocasiones, al auditorio que tenga enfrente. Desde luego todos estamos de acuerdo en que un país democrático es un país que establece instituciones y las hace respetar, y que los plebiscitos suceden solamente en ocasiones excepcionales.Si consideramos que la impunidad es el aliado principal y soporte permanente de la corrupción, la decisión de juzgar a los expresidentes no puede depender de la voluntad popular, debe ser un recurso legal permanente, como lo fue, en la Nueva España, el juicio de residencia.Cierto que López Obrador acaba de reiterar no estar de acuerdo con dicho juicio, pero en un discurso que sabemos contradictorio, no hay para qué discutir el punto.Más allá de los ideales propuestos y de los propósitos ocultos o manifiestos, serán los hechos reales y trascendentes lo que otorgue la valoración final al actual gobierno.Por lo pronto será de vital importancia que junto con el llamado a cuentas de cuantos en el pasado han delinquido en la función pública, se observe con lupa a cuantos lo estén haciendo en el presente, pues la conciencia moral no se improvisa de un día para otro, ni la corrupción se abate en veinte minutos, sobre todo cuando ha sido la piel y el músculo y hasta el esqueleto de la clase política.Este esfuerzo requiere de innumerables ciudadanos y recursos, más que de manifestaciones estentóreas y ridículas en contra del presidente que fue electo con tan notable número de votos.armando.gon@univa.mx