Intentaré llegar a una moraleja sobre nuestra clase política a partir de un hecho y un personaje nimio: HotSpanish, el último “influencer” que visitó Guadalajara. ¿Su proeza? Mandó a un joven a la Cruz Verde por tomarse “el shot más picante del mundo” en un reto a cambio de dos mil pesos. Roberto González Manzo, de 34 años, es un completo desconocido. Pero como HotSpanish tiene 13.5 millones de seguidores en TikTok y 5.8 millones en YouTube (sólo como referencia, el Padre de las Mañaneras tiene 3.5 millones de seguidores). “Influencer”: la RAE dice que “es un anglicismo usado en referencia a una persona con capacidad para influir sobre otras, principalmente a través de las redes sociales”. Las subespecies son innumerables. Sus nichos más identificables están en la moda, belleza, estilo de vida, fitness, tecnología, negocios, videojuegos y un largo etcétera en donde se incluyen políticos -Bukele en El Salvador es el rockstar de TikTok. Pero los que resuenan en Guadalajara son los “influencers” virales: su contenido busca la mayor cantidad de audiencia en el menor tiempo posible. Para alcanzar ese impacto, hay una sola aliada: la tontería que mezcla lo insólito o repulsivo con lo gracioso. El último escándalo de un “influencer” en Guadalajara terminó con el cierre del Puente Matute Remus, una carta de Pablo Lemus a los “influencers” para advertirles que con la ciudad no se juega y una reforma inconstitucional a la Ley de Movilidad -impugnada por la CNDH- para castigar a quien bloquee la vía pública. En este último caso, HotSpanish se encargó de los gastos médicos de su joven víctima y le entregó 20 mil pesos adicionales como compensación por las alteraciones gastrointestinales que lo indujeron a un enema salvador y reconfortante. Estos “influencers” se comportan como niños, pero detrás hay adultos muy conscientes del negocio. Los manejan agencias de marketing digital y publicidad. Los “influencers” más exitosos ganan millones por medio de patrocinios. Sobre todo a través YouTube, que paga lo suficiente por reproducciones -en México de seis a 12 pesos por cada mil vistas-, membresías y publicidad. Advertí que intentaría llegar a una moraleja. ¿Cómo impacta esta forma extrema de contenido digital en la comunicación política? Hay un sector de la clase política obsesionada con llegar a esos “targets” de audiencia, sobre todo jóvenes (vaticino que en 2024 se romperán récords de desfiguros entre los candidatos y candidatas). De tal manera que ese no-lenguaje de las redes desplaza cada vez más el lenguaje de la política que requiere conceptos, no sólo más elaborados, sino aburridos, el gran pecado mortal imperdonable en TikTok o cualquier nueva red social. Hoy tenemos políticos que quieren comportarse como “influencers”, pero cuidado, no tardan en llegar los verdaderos “influencers” a la política. Y entonces sí, como decía mi tía abuela de Miravalle, a hacer chile con… ¿cómo iba?jonathan.lomelí@informador.com.mx