Es muy difícil cuando has crecido dentro de las artes escénicas no tener ciertas deformaciones profesionales con el resto de la vida. Imagino que un poco a todo el mundo, dependiendo de su profesión, le pasará igual. Siendo hija de psicóloga, intuía cierta miradita cuando mamá se había puesto los lentes y me había tirado al diván después de alguna reflexión hecha en la sobremesa familiar. Siendo hija de consultor de empresas y empresario, es obvio que haya querido que si uno piensa ejercer tal o cual profesión, pues esta sea productiva (económicamente) lo antes posible. Los arquitectos -me ha tocado verlos- llegan a un lugar y con la mirada turistean levemente el sitio, quizá no siempre sacan la daga, pero ahí están tratando de vivir el espacio desde la profesión hasta de manera inconsciente.Pero decía en un principio, los que nos hemos subido a un escenario por muchos años, vemos en cualquier sitio una obra; respiramos por donde caminamos música y silencio, percibimos movimiento, colores y, por supuesto, vemos y vivimos el gran teatro de la vida. Eso la mayor parte del tiempo es un motivo de inspiración; vivimos presenciando pequeñas escenas que podrían entrar perfectamente en una pantalla de cine o escuchamos conversaciones que -si bien escritas- harían reír a más de algún espectador y esa pequeña deformación profesional, insisto, es un gozo.Pero cuando uno presencia una mala obra, una mala puesta, la cosa se vuelve -por decir lo menos- una tortura. La política (y acá se salvan muy pocos), pasa por un momento en el que hoy carece de buenos actores políticos, de buena política en general. Este público llamado ciudadanía que bien a bien escoge qué ver cada tres o seis años por conducto de pequeños “cortos” de lo que serán las administraciones siguientes, cada vez está más decepcionado. Pero, ¿cómo es que logran engatusarnos los que ya llevan tiempo en el poder, no han dado resultados, y luego se vuelven a montar en este tipo de “campañas” -que yo llamé cortos previamente- y volvemos a caer? ¿Será que, como dicen por ahí, la democracia no es un sistema de competencias, sino de popularidad? Lo mismo pasa en el teatro donde la taquilla no es el único o mejor indicador de que la puesta fue la mejor y el público, con todo respeto, no siempre tiene la última palabra, diría el genio detrás de las teclas, Glenn Gould.Parece que dentro de poco empezarán las campañas pero, en realidad, ya empezaron. Los señores que gobiernan siguen montados en esa lógica de generar contenidos que sean atractivos para sus futuros votantes. Siguen sin atender lo urgente y se conducen con desdén y hasta violencia hacia los que más sufren y más nos necesitan. Apelando a mi deformación profesional, si tuviera que titular la obra de teatro que se montaron en el Gobierno del Estado en este sexenio, yo la llamaría: Indolencia, dirigida y protagonizada por: usted ya los conoce…argeliagf@informador.com.mx • @argelinapanyvina