En el proceso electoral 2024, con la lucha por la Presidencia de la República como elemento central, se está incubando un enfrentamiento real y físico entre los dos “Méxicos” que laboriosamente se han construido en el discurso y en los hechos desde la tribuna que encabeza el Presidente Andrés Manuel López Obrador.No se trata sólo de hacer predicciones fatalistas. Este espacio propone una revisión somera de los diferentes indicios que ofrecen los eventos circunstanciales, por una parte, y los provocados por los actores públicos, por otra.Un primer elemento, preocupante, y que no ha sido sopesado suficientemente: el domingo pasado (28 de mayo) se efectuó como se había anunciado, una manifestación en defensa de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. En la Ciudad de México, los manifestantes acudieron a las afueras de la Corte y de externar su inconformidad, pasaron a la agresión directa contra el plantón de simpatizantes de Morena que abiertamente acusan a los ministros, especialmente a la presidenta Norma Piña Hernández.El asunto pudo haber terminado en tragedia, pero por fortuna se contuvo a tiempo. Sin embargo, tanto los manifestantes dominicales como los que ya estaban instalados llegaron a los golpes y la agresión directa.Si lo analizamos, las confrontaciones que se han visto en las cámaras de diputados y senadores, ya saltaron a las calles. No hubo agresiones ni choques en las movilizaciones públicas en defensa del INE, ni tampoco en las manifestaciones de apoyo convocadas por el Presidente López Obrador. En esta ocasión se cruzó la línea: ¿es lo que veremos en lo inmediato, enfrentamientos entre quienes están de un lado y otro?La respuesta del Presidente, en su mañanera, fue la banalización. Le quitó seriedad al tema. Acusó a los agresores (no podía ser de otra manera), pero también justificó a quienes llevan semanas convocando a ofender a los ministros de la Corte y que también han ejercido violencia, cobijados en el derecho de manifestarse. Y de paso, aprovechó para desacreditar a quienes no comparten su proyecto de Gobierno, porque son “agresivos”.El discurso presidencial debería, en apego a la autoridad que le da su investidura, condenar cualquier movilización o protesta que sea violenta; no se admite una y se condena la otra.Y si los agresivos una vez, se saben no sancionados, volverán a hacerlo. Motivos sobrarán, porque se aproximan ya los procesos internos para seleccionar candidaturas y después.Además, está el caso de Morena. El dirigente nacional Mario Delgado ha endurecido su postura y exige que los partidos aliados, PT y el Verde, declinen en favor del candidato en Coahuila, con la posibilidad de que se rompa la alianza nacional. El senador Ricardo Monreal advierte que esa posibilidad es real y se diluye así el famoso discurso del llamado a la unidad.En la contienda entre las “corcholatas”, los activistas de Marcelo Ebrard aumentan reclamos en diferentes partes del país, contra la abierta campaña de Claudia Sheinbaum.Si desde Palacio Nacional se da permiso para que algunos manifestantes agredan, entonces los límites se borran.En la oposición, van por el mismo camino. Agredir y exhibir, se convirtió ya en sinónimo de triunfo.En la elección 2024 pesará más que nunca la mercadotecnia electoral, el tremendismo, el exhibicionismo.Estamos en un punto en el que la impunidad, la falta de aplicación de sanciones legales, la violencia real que se ejerce contra candidatos y candidatas, y la polarización social, nos pueden conducir en breve a un pico de violencia basado en motivos políticos. Será una guerra electoral.