Seguro más de alguno ha escuchado esta leyenda urbana. Se dice que el día de la masacre de estudiantes de 1968 en Tlatelolco, Jacobo Zabludovsky, conductor estelar del noticiero más escuchado de Televisa, abrió su programa con esta frase: “Hoy fue un día soleado en México”. Se trata de un mito. Zabludovsky nunca dijo esa frase. Lo que sí ocurrió fue que no mencionó las protestas y los abusos del Ejército ese día durante la transmisión. Omitió informar por completo a la audiencia de lo que a la postre se convirtió en una herida histórica para el país. Por eso, yo digo, al callarse, es como si lo hubiera dicho. El mito del “día soleado” está más vivo que nunca. Busca abrirse paso todos los días desde la clase gobernante. El ejemplo más reciente lo dieron el Presidente Andrés Manuel López Obrador y Enrique Alfaro. En ese aspecto son idénticos. La balacera de más de dos horas en Orizaba, Veracruz, mostró a civiles corriendo y ocultándose de la refriega, con soldados parapetados en las esquinas y disparos constantes. Hubo un muerto, incendiaron un tráiler. Pero AMLO atajó: “No fue tan grave, desde luego deseamos que esto no pase. Fue más un asunto de propaganda y en redes porque fue una transmisión en vivo y nuestros adversarios ya saben, se dan gusto”.Luego del ataque armado al subdirector de la Policía de Lagos de Moreno y dos de sus escoltas, además de un enfrentamiento en Mazamitla, Alfaro atajó: “Lo que hubo en Mazamitla fue un enfrentamiento entre dos grupos criminales. Hubo un muerto de ellos y todo está en orden, estamos ahí en comunicación con las autoridades municipales”. Horas más tarde, Jorge Magaña, alcalde de Mazamitla, decidió cancelar los festejos patrios como medida de prevención ante la inseguridad que vive el municipio. Es como si López Obrador y Alfaro insistieran en el discurso oficial: “Hoy fue un día soleado en Jalisco y en México”. Es asombrosa la metamorfosis que sufren los candidatos cuando llegan a gobernantes. Ese AMLO y ese Alfaro son los mismos que fustigaron a Peña Nieto y a Aristóteles por su incapacidad para resolver la inseguridad. Pero el México de hoy no es el mismo que el de 1968. Cierto que todavía hay medios de comunicación, por fortuna pocos e identificables, que reproducen como zombies y de manera acrítica el discurso oficial, aunque con un costo reputacional cada día mayor. Por fortuna, hay más medios que intentan mostrar esa realidad, además de ciudadanos y periodistas en redes sociales, que evidencian lo que ocurre todos los días en Jalisco y en México. Hoy el silencio tiene menos cómplices.