El mundillo de los pequeños cines urbanos, los circuitos de bares sórdidos donde se bebe cerveza caliente, vodka barato y se practica el karaoke, los recorridos por las calles desoladas y frías del otoño europeo, son los escenarios donde transcurren las vidas de dos personajes solitarios, invisibles, que trabajan en fábricas y tiendas de autoservicio, y cuyas rutinas van de los desplazamientos cotidianos de sus casas al tranvía, al trabajo y viceversa. Uno es un obrero alcohólico. Otra es una trabajadora que pasa de un empleo a otro. Ambos se encuentran y se atraen en la atmósfera sombría de un bar, se conocen brevemente en la sala de un cine de barrio viendo una película de zombies, y finalmente terminan por apostar a una relación como pareja. Esta es la (arbitraria y probablemente injusta) síntesis de “Hojas de otoño” (2023) -actualmente en cartelera-, la cinta finlandesa dirigida por Aki Kurismäki, y protagonizada por Justi Vatanen (“Holappa”) y Alma Pöysti (“Ansa”).Se trata de un relato sobre las hechuras de la soledad y la desesperanza, que transcurre en los barrios empobrecidos de Helsinki, una de las capitales europeas que protagoniza, junto con Oslo o Copenhague, la cristalización de los sueños nórdicos del bienestar, el desarrollo y la felicidad. Es la vida de dos solitarios que transcurre gobernada por el azar y las rutinas de una ciudad irreconocible, que muestra las estampas de un proletariado industrial atrapado entre la satisfacción mínima de sus necesidades vitales, la austeridad de sus medios de vida, y la búsqueda impulsiva de algún horizonte de sentido de sus existencias.Esa búsqueda se acompaña ocasionalmente de pequeños grupos de amigas y amigos, compañeros de trabajo, empleadores despiadados de fábricas de acero y ciudadanos anónimos que forman parte del paisaje cotidiano de sus vidas privadas. Trata también del ejercicio del recurso del humor para suavizar las pequeñas incertidumbres, contradicciones y sinsentidos de toda la vida, un estado de ánimo acompañado por las notas de tangos argentinos, rock inglés, mambos italianos y canciones populares finlandesas. “Hojas de otoño” es un elogio de la soledad en la sociedad de masas. Una mirada inquietante, desoladora, a la vez reflexiva pero sin moralinas sobre la experiencia urbana y sus inevitables diversidades, conflictos y contradicciones. Pero también puede ser el producto de una revelación: la de un autor que se niega a repetir los lugares comunes y opta por dirigir la luz hacia los rincones que suelen habitar el anonimato de hombres y mujeres de la sociedad posindustrial. La soledad como único refugio seguro de sentimientos, emociones y razones de quienes viven atrapados por fuerzas invisibles que no controlan y que no entienden.