Habrá que conocer las historias de amor durante la pandemia, entre ellas, seguramente habrá algunas en donde el amor resulta inamovible, como los faros que iluminan a los barcos que navegan en medio de la tormenta. En estos meses de confinamiento se ha puesto a prueba el amor que, entre otras cosas, puede ayudar para sobrevivir la cuarentena, ahora que la pasamos juntos 7x24 y tenemos que asumir tareas que nunca antes realizábamos, como son las labores de la casa o atender a los hijos de todas las edades todo ese tiempo y aplicar las herramientas virtuales para comunicarse por la pantalla para las clases de los niños, jóvenes o adultos o para ver y oír conciertos, películas o conferencias y asistir a reuniones de trabajo o visitar, si así puede decir, a la familia con la cercanía de pantalla a pantalla, para platicar y darnos cuenta si están abrumados por la inmovilidad, añorando la dicha de darse besos y abrazos. Nos acordamos de aquellos días cuando salíamos a caminar para darle de vueltas a lo que traíamos en la cabeza o revivir algunos recuerdos, vagos por el paso del tiempo, como el poema de Lugones: Al promediar la tarde de aquel día,cuando iba mi habitual adiós a darte,fue una vaga congoja de dejartelo que me hizo saber que te quería. Tal vez es tiempo para que nos demos cuenta que estamos hechos de la misma materia que los sueños, si es que echamos a andar la imaginación, como los niños que imaginan que la bañera en el jardín es como el mar y, por cosas como esas, reconocer que hay más cosas entre el cielo y la tierra que la pandemia para descubrirlas.El amor se pone a prueba en medio de las dificultades, por eso, habrá varias historias en donde o se libraron el temporal, o de plano sale el cobre y se hunden, pues se sabe que es en la dificultad cuando el ser humano demuestra realmente quién es.Podemos habitar en una cáscara de nuez y seguir siendo los amos del universo, como le decía Hamlet a sus amigos en medio de su propia crisis. Efectivamente, habitamos en una cáscara de nuez y si usamos la imaginación seguiremos siendo los amos del universo o, como buenos agricultores, podremos cosechar los recuerdos que una vez sembramos, como en esa tarde cuando, al despedirnos, nos dimos cuenta que la queríamos.Tratamos de evitar que los días se empalmen y no sepamos en qué día de la semana estamos. Por eso, sin importar el tamaño de la cáscara, hay que cuidarla, ordenarla, tender la cama, barrer la terraza y levantar la cocina después de la comida para habitar dentro de un cierto orden para enfrentar mejor el caos, con alguna de esas labores, tal como lo propone Muñoz Molina: “hacer cosas para estar en este mundo en lo real, alojados en el espacio del sentido común.”En los sueños todo se transforma y lo que soñamos es para satisfacer nuestros deseos (disfrazados), sueños que “son hijos de las mentes ociosas nacidas de la vaga fantasía; en sustancia, son livianos como el aire, e inconstantes más todavía que el viento...”, como le decía Mercutio a Romeo. Estamos a la mitad del confinamiento y por eso, se puede dar una crisis parecida a las que se da a la mitad de la vida (middle age crisis) o a la mitad de las vacaciones, esas que ya hemos librado si dejamos pasar la tormenta.Pero hay otras historias de amor, como la que no cambia porque es inamovible: El amor no es amor si cuando percibe un cambio, cambiao tiende a separarse del que se separa. ¡No! El amor es una marca inamovible, que observa las tormentas y no se estremece. Habrá varias historias en estos tiempos del coronavirus, como aquella que nos contó García Márquez en El amor en los tiempos del cólera.(malba99@yahoo.com)