Siempre he creído que el periodismo es muy parecido a la labor de un detective policial. La “escena del crimen”, en este caso, son los hechos, las declaraciones y las señales que envían los involucrados con sus acciones (hay que fijarse en lo que hacen los políticos, no en lo que dicen, reza la máxima). Como en toda labor policial, uno parte siempre de una hipótesis. Te informas, armas una cronología, atas cabos y buscas los elementos que comprueben (o refuten) esa hipótesis. Así escribo mis columnas, siempre parto de una idea que debo probar o desechar. Quiero aplicar este método de análisis a la reforma constitucional promovida por AMLO, y aprobada por el Senado, para mantener al Ejército en las calles hasta 2028. Mi hipótesis es sencilla: detrás de esta decisión de AMLO hay razones políticas, no de seguridad pública. Aquí va un primer saque: ¿por qué hasta 2028? ¿Por qué no hasta 2024, cuando termina el sexenio, o 2030, al final del siguiente mandato? Esa fecha es perfecta para evitar costos políticos a su gestión transformadora. Si se fijan, AMLO alza el vuelo de un avión para que otro lo aterrice con riesgo de estrellarse. Si su plan falla, siempre habrá un culpable en su sucesor. Si funciona, él habrá sentado las bases y será su mérito. Y todo indica que la militarización no funcionará para resolver la inseguridad por una simple razón: no ha funcionado en los últimos tres sexenios. El colectivo México Unido contra la Delincuencia elaboró una gráfica que demuestra la relación entre el número de homicidios y el despliegue de militares en las calles desde el 2000. A mayor número de soldados, más muertos y viceversa. De hecho, entre 2014 y 2015, años en el sexenio de Peña que más se redujeron los asesinatos, había menos de la mitad de militares en las calles de los que hasta ahora ha desplegado AMLO. La razón es simple: el Ejército actúa bajo una visión bélica en donde el objetivo es aniquilar al enemigo. Observen lo que ocurrió en el tiroteo del domingo en Zapopan (se contaron más de 200 casquillos percutidos de armas largas). Sin otra alternativa, el Ejército desplegó su poder en una plaza comercial concurrida por miles. Hubo tres civiles lesionados. Con más soldados y mejor armados, ¿en verdad creen que habría menos balas peligrosas para los paseantes? La aniquilación sería total. En el largo plazo, la fuerza letal aumenta las muertes y los riesgos para la población. En cambio, con una labor liderada desde la inteligencia civil, en donde la videovigilancia detecta, previene y neutraliza los riesgos, la procuración de justicia procesa y el Poder Judicial castiga, los resultados serían distintos, pero no inmediatos. Y con esto concluyo. El Ejército y la Guardia Nacional son de las instituciones en las que más confían los mexicanos. Por arriba del 60 por ciento contra el 19 por ciento que confía en las policías locales, según el Inegi. El Presidente sabe que, al margen de las discusiones en las cámaras y el círculo rojo, la población respalda al Ejército. De esa forma apuntala su objetivo: al prolongar la presencia de los soldados en las calles, AMLO da la impresión de que atiende el tema de la inseguridad con una medida en apariencia inmediata pero que sólo busca lo que han hecho todos sus antecesores: heredar el problema al que sigue.