Así es. Hembras es el título de la nueva exposición en el Museo de las Artes (MUSA) de la Universidad de Guadalajara, conformada por grandes formatos en blanco y negro de mujeres desnudas en escenas que denotan agresividad. El proyecto nació de la colaboración entre dos artistas: Víctor Hugo Pérez y Juan Carlos Macías; el nombre, Hembras, surgió de la búsqueda, según una entrevista, por un nombre genérico en el que pudieran agrupar mujeres, perras y pájaras. A pesar de la advertencia de Erik Castillo, quien escribió el texto de sala, de que “el título no implicaba postura alguna en relación con los debates de género” es ingenuo pensar que la representación se puede desvincular de su genealogía y contexto de creación. Así, Hembras ignora el reclamo de las mujeres de zafarse de una participación pasiva en la sociedad y la lucha por impedir que su cuerpo sea sistemáticamente dominado y violentado. En las entrevistas en su página de Facebook, a los artistas se les nota preocupados de que Hembras se tache de políticamente incorrecta, un concepto que, insisten, implica un retroceso en los procesos creativos. Si bien es cierto que la corrección política llevada al extremo se torna vacía y hasta peyorativa, también es verdad que el uso modulado de nuestro lenguaje y acciones crea un ambiente de empatía y reconocimiento hacia los grupos más vulnerables. Las pinturas que componen Hembras distan de encaminar el discurso a una convivencia social más horizontal. Lo más grave de Hembras es cómo el discurso que genera se justifica y legitima dentro de una institución pública. Ricardo Duarte, curador de la exposición, mencionó que este proyecto otorga a la mujer un papel protagónico, negado antes en la Historia del Arte, al mostrarlas dueñas de sí mismas y alejadas de convenciones sociales. Nada hay más convencional dentro de la Historia del Arte que una exhibición donde la mujer se representa desde su condición sexual como un objeto bello o monstruoso. El rol que se la negado a la mujer dentro del campo cultural y social es el de una participación activa como creadora, productora e investigadora; un rol por el que las mujeres hemos luchado y que Hembras nos niega. Es un misterio cómo lo aquí expuesto pudo pasar desapercibido por los diferentes filtros de la Universidad de Guadalajara; cómo directivos, académicos y curadores permitieron que una herramienta de cambio social —un museo—, se convirtiera en un instrumento que reforzara las dinámicas patriarcales de nuestra sociedad; cómo fue que se aprobó el uso de nuestros impuestos, incluyendo los de la mitad femenina, para canalizar y perpetuar un mensaje de exclusión social. Sirva esta exhibición para exponer las profundas fracturas de nuestras instituciones públicas: mientras sus leyes se adornan con frases de equidad de género y derechos de la mujer, sus acciones mantienen las mismas prácticas hegemónicas de siempre. Ya lo sospechábamos, aquí una evidencia palpable.