Viernes, 22 de Noviembre 2024

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Hasta aquí alcanzó mi amor

Por: Paty Blue

Hasta aquí alcanzó mi amor

Hasta aquí alcanzó mi amor

Y hasta aquí llegaron también mi paciencia, tolerancia, estoicismo, entereza y aguante hacia tanta imbecilidad como campea y se esparce como ventolera que nomás desgreña, con el único propósito de dejarnos la cabeza como rascadero de mapache, sin el mínimo resquicio para que nos entre el peine de la cordura y la civilidad.

Lo creo nomás porque lo estoy viendo, viviendo y padeciendo por todos los flancos posibles, pero ni con taladro me entra en la sesera que nos hayamos vuelto tan necios e irracionales para acoger y difundir tanto disparate, con tal que abone en detrimento de quien no distinguimos con nuestra simpatía, aunque nos ponga a florear la estulticia y nos deshidrate el propio sentido común.

De modo y manera que, por esta crucecita sobre los labios, juro que desde hoy y poniendo todo mi empeño en conseguirlo, intentaré evadirme de la miserable condición humana que me trae más asoleada que vendedora de pitayas y guamúchiles, y todo nomás por exponerme a vivir en esta sociedad y sus deplorables modos exacerbados por la politiquería insustancial de la temporada electorera.

Manifiesto que, a la de ya, y como no estoy en posibilidades de largarme al Tibet por siete años, emprenderé las siguientes acciones para que al menos por los siguientes siete meses me permitan asumir un autismo voluntario, con tal de ponerme a salvo de todo aquello que ha venido menospreciando mi inteligencia y haciendo moño el hígado, empezando con el dichoso debate político por el que los candidatos no solo exhibieron su carencia de propuestas medianamente viables, sino de estrategias de ataque verbal que vayan más allá de echarle tierra al contrincante.

Si a la popular quinteta de aspirantes no soy capaz de perdonarles su paupérrimo desempeño frente a quienes pretenden gobernar, menos arrestos tengo para condonarles que nos hayan hecho descender a su nivel argumentativo y nos hayan puesto a pelear con sus mismas y deleznables armas, contra parientes, amigos, conocidos y vecinos que no coinciden con nuestras preferencias electorales. Como quien dice, nos aleccionaron en vivo y a todo color sobre la ruinosa táctica de ponernos en cuatro patas a ladrarle al perro.

Por mero equilibrio mental, no permitiré que aun mis más caros prójimos agarren mi muro feisbuquero para ventilar sus adhesiones y fobias, ni les concederé el mínimo espacio para que toquen cualquier comentario  político. A todos ellos notifico que los desconectaré de mi red privada, al tiempo que me segregaré abruptamente de cualquier reunión social en la que surja el tema de la votadera, en sustitución de la charla insustancial y amena por la que habitualmente nos reunimos.

Finalmente, me segregaré del panorama informativo con tal de evitar la propaganda alevosa, amarillista y mentirosa con la que no solo desorientan al pueblo, sino que abusan de su ignorancia y no cooperan con su educación. ¿En dónde están todas las instancias defensoras del idioma y por qué no se manifiestan contra el uso de términos como “amnistía” para acalambrar al potencial votante? Qué de malo tendría aclararle que, literalmente, amnistía significa perdón y no olvido, y que se aplica por el Estado como medida excepcional para los presos condenados por determinados tipos de delitos, generalmente políticos, y no a asesinos, secuestradores y narcotraficantes, como tan escandalosamente lo promueven los publicistas contrarios a ya saben quién.

Hoy me pronuncio abiertamente: la resistencia frente a la andanada electorera no me da pa tanto o, como decía mi abuela cuando le colmábamos el plato: hasta aquí alcanzó mi amor.

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