Ahorrar no es siempre una buena idea. El mejor ejemplo es lo que ha sucedido en este país con las medicinas: los ahorros mal entendidos han provocado una escasez de medicamentos que se traducen en tragedias familiares, sea por pérdida de seres queridos o de patrimonio, porque ahora son las familias quienes tienen que afrontar el gasto. Lo que “ahorra” el gobierno lo terminan pagando los ciudadanos. No queremos gobierno rico y pueblo pobre, repite el presidente como mantra, pero menos queremos gobierno ahorrador y pueblo sin servicios. Con el argumento de ahorrar, una de las propuestas que el presidente López Obrador puso sobre la mesa con los hombres más ricos de este país es que la Guardia Nacional sea parte de la Secretaría de la Defensa, pues sería más barato, como si ese fuera el único argumento importante en el gobierno.Hoy, de facto, la Guardia Nacional depende de las Fuerzas Armadas, pero de acuerdo con lo pactado en la ley de seguridad esto dejaría de ser así en el 2024. Quitarse la máscara y proponer la militarización de la seguridad pública solo para ahorrarse unos pesos es muy perverso. El diagnóstico, exactamente el mismo que nos vendieron Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto, es que las fuerzas armadas son superiores a cualquier grupo delincuencial en el país, pero necesitan libertad de acción, tener el control absoluto y capacidad de acción.El discurso implícito en esta propuesta es que tenemos que aceptar que fracasamos, que cualquier intento de seguridad pública en manos de civiles es imposible y por lo tanto debemos ponernos en manos de los militares. Toda proporción guardada y con las especificidades de cada país, lo que hemos visto recientemente en Chile y Colombia, con Guardias Nacionales reprimiendo manifestaciones con lógica militar y sin respeto a los poderes civiles, es razón suficiente para levantar bandera roja ante cualquier intento de dar más poder al Ejército.No deja de ser paradójico que el sueño de la derecha y su fascinación por el orden militar se proponga ahora desde lo que se dice (ya sabemos que no es) un gobierno de izquierda. Más allá de las geografías políticas, renunciar a la construcción de un esquema de seguridad ciudadana y militarizar la policía es un proceso que no tiene reversa, que tendría altísimos costos no solo en materia de derechos ciudadanos sino del necesario equilibrio de poderes de una democracia.No todos los costos son billetes, por el contrario, como decía el viejo adagio, en política lo más barato es lo que se resuelve con dinero.PS. Murió este fin de semana Jesús Martín Barbero, uno de los grandes pensadores latinoamericanos, español de nacimiento y colombiano por decisión. Nos regaló dos años de su vida en Guadalajara. Sus amigos y lectores recordaremos siempre su mente brillante y su corazón sencillo. Gracias Jesús.diego.petersen@informador.com.mx