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Guadalajara, ¿feliz aniversario?

Por: Eugenio Ruiz Orozco

Guadalajara, ¿feliz aniversario?

Guadalajara, ¿feliz aniversario?

Hoy se cumple el 480 aniversario de la fundación de Guadalajara, hecho inimaginable sin la participación de un puñado de hombres, mujeres y niños que encontraron abrigo y destino para sus ilusiones en estas latitudes. Aquí plantaron su semilla, echaron sus raíces, acariciaron sus manos, abrazaron sus cuerpos, mezclaron sus sangres y produjeron la savia que aún corre por nuestras venas.

Cuando -en el principio de los tiempos- todo era caos, cuando aún no se apartaba la luz de la obscuridad y reinaba el silencio, nadie habitaba el planeta Tierra y nada existía. Hubieron de llegar el hombre y la mujer para que surgiera la conciencia y, con ella, el sentido de la vida. Aunque parezca una perogrullada afirmar que nada existe al margen de la sociedad, lo cierto es que, siendo una especie gregaria, solo llegamos a nuestra madurez cuando coexistimos con los otros, cuando yo te protejo y tú me proteges, porque somos parte de lo mismo, dado que nos liga una relación que nos hermana: queremos y trabajamos por un fin común. De ahí, resultan muy preocupantes las manifestaciones de violencia en medio de las que vivimos. George Steiner (1929-2020) escribió: “El hombre o la mujer inmune a la amistad, que no tiene amigos, ya sea por accidente o por designio, es un exiliado, un caminante de la noche” y agrega, “La amistad nos autoriza a decir: ‘yo soy porque tú eres’”.

A propósito del aniversario de nuestra ciudad, ¿hay algo que celebrar?: ¿La serie inacabable de hechos delictivos que enlutan a nuestra metrópoli?; ¿o el descubrimiento cotidiano de tumbas clandestinas?; ¿el feminicidio y la violencia ejercidos, un día sí y el otro también, contra seres humanos por el hecho de haber nacido mujeres?; ¿los robos que se perpetran en cada esquina?; ¿la pérdida de valores y la endémica incapacidad de las autoridades para castigar a los infractores de la paz pública? El asesinato del joven Eduardo Salomón Puertos Gaytán y el posterior abandono de su cadáver (da la impresión de que alguien lo sugirió para deshacerse de un problema: “Algo huele mal en Copenhague”), refleja la deshumanización de la sociedad. Parece que hemos extraviado el rumbo. Cuando se pierde la civilidad, es decir, la capacidad de vivir en comunidad, lo que sigue es la barbarie. Cuando el Gobierno, en cualquier nivel, se vacía de autoridad política y moral, y quienes recibieron la confianza y responsabilidad de decidir por nosotros escudan sus omisiones e incompetencias en los gobernantes anteriores, algo está mal.

Pensar en el ejercicio del poder público como un privilegio y gobernar a título personal sin rendir cuentas a nadie, priorizando la próxima elección sobre la correcta administración de los bienes públicos, es síntoma de que, irreversiblemente, vamos camino al desastre.  

Hace 480 años, cuando los fundadores de Guadalajara lograron por fin un espacio para vivir en paz, jamás imaginaron que la Clara Ciudad dejaría de ser el lugar de sus sueños y se convertiría en escenario de nuestras peores pesadillas.
 

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