La situación por la que atravesamos los seres humanos en estos momentos es inédita y, por lo tanto, histórica. Con esa calidad adquiere una dimensión insospechada, pero todos, casi todos pues, estamos en el terreno de las reacciones... todavía. La emergencia, las urgencias cotidianas, las pruebas y los errores, han sido enfrentadas y son enfrentadas de una manera o de otra, en algunos países francamente mal y en otros, apenas bien. Es difícil saber cómo va a terminar todo esto porque además depende de las decisiones que se toman en las altas esferas. La gente como usted y como yo, víctimas de esta pandemia o amenazados por ella, estamos inermes ante las acciones que se definen y deciden en las alturas. Lo único que nos queda, como he repetido en este espacio, es confiar y hacer lo que nos toca: quedarnos en casa y lavarnos las manos.Al cabo del tiempo, cuando el coronavirus sea erradicado, no de nuestra memoria ni de nuestras vidas, porque todo ya cambió, quedarán expuestos los que actuaron bien y los que lo hicieron francamente mal; los que se equivocaron porque no dimensionaron el problema pero no los movía la mala fe; y los que, al contrario, trataron de sacar raja, como decimos en México, es decir, ventajas económicas y/o políticas en una franca, abierta, burda y criminal actitud oportunista.Los costos, las facturas para quienes tienen una posición de autoridad y/o de poder, empiezan a cargarse y a repartirse. Y todos van a pagar en mayor o menor medida, dependiendo de la mala fe, del nivel de marrullería, de la calidad y cantidad del cálculo político electoral que se han atrevido a estimar en plena crisis cuando en muchos casos, ni siquiera, se tiene una mínima idea de los alcances, de la magnitud de la pandemia. Como dijo en estos días un político italiano: “en estos momentos lloramos; ya llegará el tiempo de pasar las cuentas”. Y así será en todo el mundo.En el contexto reactivo en el que todavía estamos, en México particularmente, no podría decir que se están tomando las mejores decisiones en ningún sentido y desde ningún orden gubernamental. Me atengo a lo que sé que sucede en el mundo y cumplo con lo que me toca, pero sí creo, que específicamente Enrique Alfaro y, de su mano, Ricardo Villanueva, están tratando de sacar una raja política inconmensurable, pero también incomprensible, porque los estamos viendo y nos damos cuenta.Basta con dar una revisión somera a las redes sociales preferidas sobre todo del gobernador para darse cuenta de que no las trae todas consigo.Desde su primera aparición en redes sobre el asunto del coronavirus, la actitud ha sido beligerante y de franca confrontación con el Gobierno federal; siempre sitúa a Jalisco (y nos lleva entre las patas) en perspectiva con lo que hace o deja de hacer la Presidencia de la República, es decir, actúa motivado por intereses que no están estrictamente relacionados con la emergencia. Creí por un momento, por dos expresiones, que había rectificado su actitud, pero no lo hizo, la verdad es que fue flor de un día.En alguna de tantas intervenciones ante los jaliscienses con computadora o smartphone (me gustaría saber cuántos tenemos ese privilegio) repitió varias veces que nadie, pero nadie, nadie del Gobierno federal, desde que empezó la contingencia, se había comunicado con alguien del Gobierno del Estado ¿y? ¿Por qué él no tomó la iniciativa? Digo, todavía podría hacerlo, sobre todo si cree que el Presidente la está regando y está equivocado en la estrategia ¿por qué no muestra con puntos y comas el modelo predictivo que hizo la Universidad de Guadalajara? Y si es tan bueno ¿por qué no lo comparte? ¿por qué no lo propone para que las medidas derivadas se apliquen a nivel nacional? Si lo hiciera entonces sí sería creíble su tono de preocupación por los jaliscienses y no sólo eso, dejaría claro que le importamos todos los mexicanos, la humanidad entera vamos.Lamento de verdad que un político que parecía tener un gran futuro cayera en el recurso fácil del oportunismo barato para llevar agua a su molino aprovechando una situación de emergencia a la que ha contribuido con alarmismo y confrontación, en lugar de con generosidad. Lo lamento de verdad, la decepción es grande. Porque, además, dicho sea de paso, aunque tiene una gran importancia, el plan emergente que propone dizque para ayudar a las personas sin empleo o en la informalidad, además de que es para quien tenga algún dispositivo, exige un montón de requisitos y quien lo reciba tendrá que ser mandadero en hospitales, repartir comida o hacer trabajos de limpieza. ¿Y si hubiera apelado al voluntariado y a la solidaridad? Es claro que ni siquiera lo pensó, lamentable.(lauracastro05@gmail.com)