El poder distorsiona la visión de la realidad: nada genera tantas alucinaciones como el ejercicio del poder. Desde su amlocentrismo el presidente es incapaz de ver otra cosa que no sea ataques en su contra. Todo existe solo en referencia a su persona; antes de él, la nada. Decir que los movimientos feministas son conservadores, que antes no había violencia en las marchas, que hay que sospechar de las manifestaciones porque su única motivación es atacar a su gobierno, es una burda lectura de los acontecimientos o una vulgar manipulación de la realidad, que para el caso es lo mismo.Una vez más los movimientos de mujeres se le atoraron al presidente en la garganta. No puede con ellas, no las traga porque no están en su esquema mental maniqueo de pueblo bueno contra corruptos abusadores; de liberales contra conservadores; conmigo o contra mí. Su ideal de mujer no grita, no pinta monumentos, no destroza, no reclama sus derechos, solo acompaña al movimiento, a su movimiento o los que él decide que merecen respeto.La violencia que vimos en la marcha de ciudad de México -una mujer golpeando gratuita y brutalmente a una mujer policía- es absolutamente reprobable, como lo es toda violencia, da igual si procede de una mujer o de un hombre, pero las marchas fueron mucho más que eso. Incluso en algunas ciudades como Guadalajara hubo manifestaciones a favor y en contra del derecho a decidir. Lo importante de las marchas, y eso es lo que el presidente se niega a ver, es que las mujeres han encontrado su propia voz y han decidido cómo y cuándo usarla.Si algo ha caracterizado a los movimientos feministas es su performance, la capacidad para generar un discurso simbólico más fuerte que el del presidente. En apenas tres años las mujeres han logrado colocar el reconocimiento de sus derechos a pesar de la oposición de grandes poderes fácticos, como las iglesias, o de poderes constituidos como el Congreso federal, los congresos estatales, gobernadores o la propia Presidencia de la República.Las mujeres siguen rebasando al presidente por la izquierda, y eso no le gusta nada. Cada vez que ellas salen a las calles le recuerdan que el conservador es él, dejan claro que el país es mucho más que las Mañaneras y el Palacio Nacional, que hay otras agendas que no pasan por su escritorio y que él no controla.La peor tragedia para el narciso es que el espejo de la historia no lo refleje a él, sino a otras, así en femenino y en plural.diego.petersen@informador.com.mx