Lunes, 25 de Noviembre 2024

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Falsos títeres

Por: Ángel Pérez

Falsos títeres

Falsos títeres

*Crítica realizada para Talent Press Guadalajara en el marco del FICG 34

“Marioneta” (Álvaro Curiel de Icaza, 2019) narra la historia de “Ernesto Zamora”, un actor cubano que llega a Ciudad México con el objetivo de incorporarse a una reconocida compañía de teatro. De improvisto, sus planes se frustran y decide permanecer en el país antes que volver a la isla. Al cabo, termina inmiscuido en una oscura realidad que tensará el paso de sus días y su perspectiva de futuro. A grandes rasgos, ese es el planteamiento con que la película arranca: un marco conceptual plagado de múltiples contradicciones del que la cinta no sale siempre airosa.

En términos de estructuración, el guion de “Marioneta” está cargado de valores: un conflicto bien desarrollado y unos personajes colocados con absoluta certeza al interior de la trama. Estamos ante un relato de correctas proporciones, que avanza con buen ritmo en su crecimiento dramático, sin desniveles en cuanto a puntualidad narrativa. Y desde ahí la cinta vehicula un discurso válido, pues resulta legítimo pensar que en medio de las circunstancias más terribles siempre habrá esperanzas. Sin embargo, “Marioneta” detenta ciertos problemas en su mirada sobre la realidad. El argumento simplifica el plano referencial informado por los acontecimientos: la representación de la marginalidad y la pobreza experimentan aquí una suerte de estetización bastante lamentable, en tanto la cadena de acciones reporta una visión complaciente de la realidad mexicana y del devenir de un joven cubano exiliado en una ciudad que desconoce. El contexto en que se emplaza la anécdota se muestra demasiado complejo para que sirva a un meollo dramático tan elemental. Si bien los conflictos individuales experimentados por los personajes exhiben una riqueza de matices notables, lo ciertos es que quedan subordinan a un grupo de peripecias y giros argumentales que imposibilitan calar en el mundo emocional y psicológico de estas personas presas de sus circunstancias.

Tampoco en términos de lenguaje “Marioneta” reporta demasiada audacia. Está fotografiada con planimetría y el montaje no trasciende su estricta funcionalidad narrativa. Donde más se reciente la película es en la irregular interpretación de Rafael Ernesto Hernández, lo cual contribuye a la falta de relieve que reporta el personaje. Lo cual resulta lamentable en una obra enfocada, sobre todo, en el desplazamiento argumental de este sujeto, quien es todo el tiempo heroizado por el relato.

De cualquier modo, “Marioneta” no es una mala idea, al contrario; solo que su articulación audiovisual empobrece un escenario histórico mucho más complejo para los individuos que hacen parte en él.

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