La historia del transporte colectivo en Guadalajara es más bien triste. Por ejemplo, la cancelación hacia los años cuarenta de las líneas del ejemplar tranvía eléctrico en favor del terrible pulpo camionero, que hasta la fecha mantiene como rehén a toda la ciudad. O por ejemplo, la afortunadamente fracasada abolición de las calandrias de caballos para ser sustituidas, por “motivos humanitarios” por unas lamentables estramancias de motor. Por ejemplo la trágica cancelación del inicio de los trabajos del metro local con motivo de los acontecimientos del 68. Por ejemplo, la errática y discontinua “estrategia” de movilidad, siempre politizada y manoseada por todos los partidos. La falsa y muy tonta oposición entre tren ligero (dizque priista) y el BRT (dizque panista). Ahora, la tan dañina postergación, por parte de la federación, de la finalización de la vital línea 3 del tren ligero.¿Será la “proyectada” línea 4 del tren ligero otro de estos episodios? Para empezar, no se ha dado a conocer (o no suficientemente) el fundamento urbanístico y técnico de esta costosísima medida. (Del punto de vista político es fácil rastrear los antecedentes.) No se sabe sobre qué modelo de ciudad (entre otras cosas porque éste no se ha generado por ninguna instancia oficial) se justifique la inversión.Salvo que surjan razones de real peso, lo que ahora se presenta ante nosotros con la línea 4 no colabora con la buena marcha de la Guadalajara metropolitana. Es bien sabido que al sur de la mancha urbana tapatía existe el extenso y muy fértil valle de Toluquilla, cuya extensión es más o menos igual a la del bosque de la Primavera (unas 35 mil hectáreas). Este valle, junto con el de Tesistán, conforma a la fecha (a pesar de las graves mermas) el granero regional, dadas sus cualidades hidrológicas y geológicas. De más está decir la importancia estratégica, particularmente en estos tiempos y ante el futuro, de tener los alimentos en la cercanía y alcance de una metrópoli de más de cinco millones de habitantes.La línea 4 parece un gran premio para los voraces desarrolladores de vivienda que, en muchos casos criminalmente, han tasajeado a tontas y a locas, con el único objetivo de enriquecerse, el valle de Toluquilla, particularmente en su porción de Tlajomulco. Considerar ahora los resultados, los paupérrimos “desarrollos” en forma de “cotos” aislados y carentes de muchos satisfactores (notoriamente el transporte), es una historia de terror urbano, ecológico, social. ¿La existencia de la línea 4 irá a reforzar esta tendencia para seguir acabando con el territorio, los tejidos sociales, y seguir desangrando la parte consolidada de la ciudad? ¿La L4 tendrá siquiera el aforo mínimo que la justifique?Si se observa un mapa, se comprobará cómo el supuesto trazo de la L4 parte en dos al valle de Toluquilla. Con esto, se podría propiciar que toda esa zona se convierta en un inmenso tumor maligno para la segunda ciudad de la república. Una zona depauperada, inconexa, peligrosa, hostil a cualquier vida urbana saludable, trituradora de la riqueza agrícola y agroindustrial del valle.Una planeación responsable debiera limitar drásticamente los “desarrollos” mencionados y acotar sus extensiones, haciendo lo necesario para convertirlos en barrios satisfactorios adecuadamente conectados. Y salvar todo el resto del territorio, aunque se enojen los mercaderes de diario, para fines agropecuarios y reservas naturales. Con esto en mente, hágase ahora el ejercicio: ¿viene al caso algo como la línea 4 del tren ligero?jpalomar@informador.com.mx