La primera nación democrática del mundo moderno fue Estados Unidos, un país que además hizo misión propia llevar y defender la democracia por todo el planeta. Doscientos cuarenta y cuatro años después enfrenta una crisis que no se presentaba desde la sucesión Adams - Jefferson, a comienzos de su historia independiente.La crisis es tanto de sus instituciones electorales, de la vivencia de la democracia en sí misma, y también del modo en que unos y otros ubican a su nación en el concierto del mundo. En la polémica Trump - Biden se enfrentan dos mundos opuestos, el individualista y el universalista, en proporciones prácticamente iguales. Atrás de Biden se ubica la mitad de los norteamericanos y el resto del mundo, salvo muy raras, extrañas y absurdas excepciones. Atrás de Trump sólo está la otra mitad de Norteamérica y esas raras, extrañas y absurdas excepciones.En la personalidad colectiva que representa Trump se funden el racismo clasista del antiguo este con la prepotencia salvaje del viejo oeste. En Biden opera la Norteamérica que ha querido ser futurista, y dialogal consigo misma y con el mundo, aunque ambos personajes tengan como principal prioridad mantener las prerrogativas del imperio. Las diferencias son de grado, pero a esos niveles basta un grado para marcar una diferencia colosal.Con Trump el neocapitalismo liberal volvió a ser brutal, y el imperialismo prepotente. Con Biden podría recuperarse la política de “todos ganan” aunque lo hagan en distinta proporción. Con Trump se mantendría la línea de “gano yo” y nadie más.A primera vista parecería un duelo de ancianos, si no estuviesen respaldados por movimientos sociales bastante jóvenes, aún si son la reedición de antiguas fobias, como el movimiento neo nazi, o la siempre viva ultraderecha religiosa farisaica y maniquea.En el neonazismo norteamericano de hoy revive el ku klux klan de siempre, pero ya no persiguen a judíos o negros, sino a latinos y asiáticos, y en general a los migrantes, persuadidos de la teoría de Samuel Huntington, publicada por primera vez en 1993, según la cual los inmigrantes son una verdadera amenaza para la “civilización” norteamericana, amenaza que debe ser erradicada sin parar en modos ni en recursos. Bueno, así como hay autores que se adelantan a su tiempo, los hay que nacen varios siglos después de su tiempo.Sin duda la sociedad norteamericana vive hoy numerosas contradicciones y graves desafíos, tan serios y acuciantes que a la actual administración le dio por disparar en todas direcciones, señal inequívoca de su incapacidad para entender su problemática social e identificar las soluciones; nunca es tan evidente la impotencia de una sociedad para rehacerse como cuando tiende a encerrarse, aislarse y agredir al resto del mundo.Con Biden puede restablecerse un sentido común pragmático y sensato que serene a la sociedad estadounidense, y la haga más capaz de discernir tanto su condición actual como sus posibilidades de futuro en un contexto irreversiblemente global, donde los liderazgos no se imponen, se comparten, y las hegemonías económicas se abren en aras de la sustentabilidad y el multiculturalismo.armando.gon@univa.mx