Domingo, 24 de Noviembre 2024
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"Espejos de realidades"

Por: Carlos Enrigue

"Espejos de realidades"

Es ampliamente conocido que esta vida es como un espejo y miren que la que lo decía era mi abuela, que era como Coronel de caballería de seria y sentenciosa y afirmaba que en la vida reflejaría ante ti la imagen que presentaras: así, si llegabas sonriente el espejo reflejaría sonrisas: si tensión eso mostraría el reflejo. La ira te reflejaría iracundo y la paz satisfecho.

A todo lo dicho por doña Elena yo agregaría que tampoco en materia de conquistas amorosas debe separarse uno de dos objetos: del espejo y del acta de nacimiento. Ambas pueden ser útiles en esta materia. La galanura puede funcionar mientras pueda creer que puede extenderse ésta al cambiar el sex appeal por el check appeal, pero esto produce tan sólo la ilusión de que eso sucede, pero, más o menos como dijo Quevedo “ y los sueños, sueños son”.

Desde luego que muchos dirán que se sienten como de veinte años, pero eso aunque puede ser cierto es ya un cambio -si usted quiere gramatical al cambiar el verbo estar por el verbo sentir, lo que ya es algo-.
Pero toda esta profunda meditación se debe a que mi persona, como muchos, olvidé practicar lo que predico. Y fui a recibir la cátedra por parte de un taxista -yo insisto en que en esta época en que nos agobia una cantidad terrible de expertos de todas clases, estamos desperdiciando la sabiduría práctica de los taxistas- en este caso, el sabio taxista me puso, por haber ignorado ese par de objetos: una buena friega.

Charlábamos durante el trayecto de los nuevos colores que deberán lucir los nuevos taxis y que supongo para cerrar el negocio, también los actuales taxis azul con amarillo. El chofer me indicó que el siempre recordaba los taxis con esos colores y que según el recordaba así habían sido sesenta años. Y obviamente era menor que yo.

Por mi parte le dije que yo recordaba, en mi infancia, que los carros de sitio, que así se les decía entonces no tenían ningún color distintivo, les pintaban letrero de taxi y el sitio al que pertenecían.

Pues ¿qué edad tiene usted? me preguntó el conversador chafirete, setenta años le contesté.

No, me dijo sonriente, de verdad, insistió. Pensé que el sujeto me veía más joven.

Pues si, insistí, tengo setenta años. El sujeto calló por un momento como para tomar aire para decir: Se vé mas grande.

Si no hubiera tenido razón, le hubiera mentado a su madrecita y me hubiera bajado del auto muy engabanzado, pero, pensé que el que había olvidado su imagen en el espejo era yo, así que me friego por olvidadizo y no tuve nada más que aceptar la verdad y decirle: Pues sí, y a manera de explicación mencionar que me corrieron sin aceite.

Ni modo, para la otra espero no andar de volado pensando lo que no es.

YR

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