Más de 75% de la producción mundial de chips o semiconductores se concentran en dos países, Taiwán y Corea del Sur. Esta concentración de la capacidad manufacturera ha agravado el problema de abasto de chips. Ha dejado claro, además, que no sólo estamos ante una disrupción de cadenas productivas globales: esta crisis tiene una dimensión geopolítica. Por eso, es natural que se plantee como parte de la solución a la escasez mundial el desarrollo de nuevas fábricas de semiconductores en otros países y otras regiones.¿Es esto una oportunidad para México? La secretaria de Economía, Tatiana Clouthier ha dejado claro que el gobierno mexicano está en negociaciones para que nuestro país sea tomado en cuenta en este reordenamiento de la industria. México tiene a favor la cercanía geográfica con Estados Unidos, el T-MEC, los costos y la gran calidad del capital humano, sumado a tres décadas de exitosa integración manufacturera en industrias como la automotriz y electrónica.En contra o, mejor dicho, con signos de interrogación, se encuentran cuestiones que vienen al caso en algunos de los debates políticos que vivimos. La producción de semiconductores requiere el abasto garantizado de grandes cantidades de agua y electricidad. El Congreso debate una Ley Eléctrica que pone nerviosos a productores de electricidad y también a los grandes consumidores de energía. Atorada, en algún lugar del proceso legislativo, se encuentra una reforma a la Ley General de Aguas que puede ser una mejora o todo lo contrario. En cualquiera de los casos implica otra vuelta de tuerca en materia de cambios a las reglas del juego.Entrar al mapa global de fabricantes de semiconductores es una oportunidad más que interesante para México. Estamos hablando de inversiones multimillonarias que están “encadenadas” a dos industrias en las que México ya es parte de la fábrica global: automotriz y electrónica. TSMC, con sede en Taiwán y que produce 90% de los semiconductores avanzados del mundo, anunció una inversión de 12,000 millones de dólares para construir una nueva planta de chips en Arizona. Taiwan Semiconductor Manufacture Corporation es lo que se conoce como un Pure Fab, no hace diseño ni conceptualización. Es “sólo” un especialista en producción, el mayor del mundo con diferencia. Como parte de su diversificación geográfica, está en negociaciones avanzadas para instalar fábricas en Japón y Alemania.Los estadounidenses tienen algunos de los nombres más conocidos en la industria, Intel, Nvdia y Qualcomm. Estos representan lo que se conoce como el modelo Fabless. No tienen fábricas ni operación manufacturera relevante. Hace años tomaron la decisión de trasladar a Asia esta parte de su negocio. En Taiwán y Corea del Sur está 83% de la capacidad de producción de los chips para procesadores y 70% de la producción mundial de chips para memoria.Una de las grandes cuestiones es cómo quedará el Mapamundi de producción de semiconductores y cuánto tiempo tardarán en consolidarse los nuevos centros de producción. Taiwán y Corea del Sur tienen tal relevancia en la fábrica global porque han invertido lustros en el desarrollo de sus ventajas competitivas. Las nuevas instalaciones manufactureras, que se están planeando o decidiendo hoy tardarán, mínimo, dos años en ofrecer resultados.En esta expansión de la capacidad de la industria, los gobiernos jugarán un papel relevante, entre otras cosas porque han entendido la importancia económica y geopolítica de garantizar el abasto. La administración Biden ha comprometido 52,000 millones de dólares en el desarrollo de esta industria; la Unión Europea ha puesto una meta de 160,000 millones de euros y Corea del Sur está pensando todavía más en grande: 450,000 millones de dólares en los próximos 10 años. ¿Cuánto dinero está dispuesto a poner México y qué papel queremos desempeñar? ¿Está la directora del Conacyt enterada?lmgonzalez@eleconomista.com.mx