Hace unos días, a sus 95 años, se murió, para luto general del gremio de los arquitectos e ingenieros, Eric Coufal, el último de los mohicanos de su generación. En paz descanse, y que su familia, sus hijos Eric y Evelyn, pasen la tristeza y reciban un abrazo cariñoso desde aquí. Coufal fue el primero de los siete u ocho maestros europeos que se incorporó a la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Guadalajara hacia 1947, un año antes de que esa fabulosa proeza de Díaz Morales fuera inaugurada.Precoz y ambicioso, Eric Coufal comenzó, paralelamente a su trabajo docente, una muy exitosa práctica profesional. Supo allegarse una exclusiva clientela entre la clase alta y darle lo que, hacia el triunfo del movimiento moderno, quería Guadalajara. Supo, además, hacerse de colaboradores brillantísimos de las primeras generaciones de egresados de la Escuela: los más conspicuos, Gonzalo Villa Chávez y Marco Aldaco. Coufal era vienés. Y traía en la sangre, entonces, la riquísima tradición arquitectónica y decorativa austriaca. Eso, junto con una muy clara preferencia por la arquitectura de la última hora. Nadie como él, por ejemplo, ha sabido en la historia de Guadalajara, utilizar los materiales (mármol, madera, etc.) con maestría siquiera parecida. Es autor de la Torre Minerva (junto con Villa Chávez y Aldaco) que es una de las torres más bonitas y elegantes de México.La Casa de las Artesanías del Aguazul, el Teatro Experimental de ahí mismo, multitud de casas, la suya propia -exquisita- son algunas de las obras que Coufal realizó con altísima brillantez. Sus casas han sido sistemáticamente demolidas o desfiguradas. Tal estrago se puede ver en la espléndida casa que está sobre la calle del Bosque (“Zuno”), media cuadra arriba de Lafayette (“Chapultepec”), banqueta norte.Hoy mismo, otra muy notable casa, la de los señores Pérez Martínez, situada en la cabecera oriente de la manzana que forman Libertad, Moscú, La Paz y Colonias, está amenazada de inminente demolición total. Es evidente que existen empujes empresariales muy respetables allí. Pero están desorientados. Se pueden perfectamente hacer dos torres en los jardines norte y sur y respetar y utilizar como amenidad la tan bonita casa. Otro caso es el del pequeño local para la tan añorada Biblioteca Franklin, situada a un costado de la iglesia del Carmen, y que es toda una joyita.Otra vez, el pésame desde aquí a sus hijos y acordarnos que tenemos la obligación de hacer el catálogo puntual de toda la obra de Eric Coufal, y cuidarla, quererla.jpalomar@informador.com.mx