Hace unos días leí un relato de ciencia ficción titulado “Entre los pliegues de Pekín” del escritor chino Hao Jingfang. La premisa es simple e inquietante a la vez. Cuenta la historia de Pekín, una ciudad plegable en el futuro. En el relato, la ciudad fue dividida en tres estratos sociales que comparten dos pliegues urbanos. Uno que posee parques, lujosos edificios, comercios y restaurantes. El otro aparece cuando la ciudad se pliega y está dedicado al mundo fabril y laboral. Es decir, a cada poblador le corresponde una clase social y un horario para vivir en la ciudad. En el Primer Espacio, con 5 millones de habitantes y horario diurno, viven y trabajan la clase gobernante y sus familias; el Segundo Espacio lo habita la clase media con 25 millones que puede moverse entre ambos pliegues con ciertas restricciones. Y el Tercer Espacio integrado por la clase trabajadora con 50 millones. Estos últimos sólo tienen derecho a vivir en un pliegue de la urbe entre las diez de la noche y las seis de la mañana (muchos no conocen la luz del sol). La estratificación de la ciudad se presume como una magna obra de ingeniería y un exitoso proyecto económico. En el relato, Pekín es ejemplo y envidia de otras ciudades europeas porque supo aprovechar la tecnología y la crisis poblacional. Su modelo urbano hizo viable el futuro (el pliegue luminoso de la ciudad es seguro, próspero y sustentable con el medio ambiente). Se preguntarán, ¿a cuento de qué viene la historia? El viernes pasado vimos en un video que se viralizó en redes cómo dos policías de Guadalajara golpearon y electrocutaron a un indigente afuera de la Clínica 89 del IMSS con una pistola taser (habituales entre los agentes tapatíos aunque estén prohibidas por la ley). En otra columna, “Los parias de Guadalajara”, referí que los agentes tapatíos usan ilegalmente paralizadores eléctricos para ahuyentar a indigentes. Por eso la investigación debería ir más allá de los dos involucrados porque dudo que electrocutar detenidos sea una política de seguridad del gobierno municipal.Pero regreso al punto. El relato de ciencia ficción me hizo pensar que quizá no estamos tan lejos de esa ciudad que imagina. El abuso policial que sufrió Daniel, el indigente del video, es producto de un sistema de feroz estratificación social. Lo que importa está en “otra parte”. Basta observar a nuestra clase gobernante, cómo vive y dónde se mueve. Luego la clase media, lidiando con la inseguridad, la inflación, la hipoteca. Y luego ese Tercer Espacio, en donde un indigente es reportado al 911 sólo por yacer. El sistema es incapaz de ayudarlo “porque no quiere”. Entonces la policía castiga con brutalidad su existencia y su visibilidad a la luz del sol. Para eso no necesita su consentimiento. En otras palabras, “los pliegues de Guadalajara”. jonathan.lomelí@informador.com.mx